28 de marzo de 2024 5:38 am
OPINIÓN

De Palabras y Acciones

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Jaime Tbeili Benpalti

Los que leyeron mi artículo pasado “Generación de Cristal”, tal vez recordarán que estuvo inspirado en un Tweet. Para este mes, curiosamente, sucedió algo parecido. Una de las respuestas a ese artículo, recibida también a través de Twitter, es la responsable de haber inspirado lo que usted está leyendo en este momento. El mes pasado defendí que está bien ser parte de la mal llamada generación de cristal y que alzar la voz para defender causas justas no es algo malo, como en ocasiones nos tratan de hacer creer. Esta vez, toca hablar de que tampoco es suficiente.

Quiero empezar con una cita que proviene de un estudio hecho en 1948, por Paul Lazarsfeld y Robert Merton, acerca de los efectos de los medios de comunicación en la sociedad:

“[El consumidor] llega a confundir el saber sobre problemas del momento con el hacer algo respecto de ellos. Su conciencia social queda inmaculadamente limpia. Está preocupado. Está informado. Y tiene toda clase de ideas en cuanto a lo que se debería hacer, pero una vez que ha consumido su cena, una vez que ha escuchado sus programas de radio favoritos y una vez que ha leído su segundo diario del día, realmente es hora de irse a dormir.”

Ya desde mediados del siglo XX, muchísimo antes de que algo similar a internet fuera imaginable, Lazarsfeld y Merton nos hablaban de lo problemático que es llegar a ese punto, en el que uno pasa tanto tiempo informándose y opinando, que se desconecta por completo de la realidad. Definitivamente es un problema que no se limitó al siglo pasado. Al contrario, la facilidad con la que conseguimos y diseminamos información hoy en día, ha agravado esto.

De hecho, el alcance que puede llegar a tener una publicación en redes sociales nos da la sensación de que ya participamos en resolver un problema, cuando en realidad no hemos hecho casi nada. La idea de que nuestras publicaciones en redes sociales pueden generar un cambio descansa en tres supuestos que no siempre son ciertos.

Primero, tendemos a creer que cuando alguien está haciendo algo que nos parece negativo, le preocupa nuestra opinión al respecto. Está muy bien criticar el mal manejo de los incendios del Amazonas por parte de el presidente de Brasil, pero ¿qué nos hace pensar que a Jair Bolsonaro le importa nuestra opinión? Mientras tenga suficiente apoyo de ciudadanos en Brasil, el resto del mundo puede publicar cualquier cosa en redes sociales sin que al mandatario le genere ningún tipo de afectación.

Segundo, pensamos que cualquier cosa que publiquemos va a hacer ruido y llegar muy lejos. Todos conocemos historias en las que un video o imagen se vuelve viral y los involucrados pierden su buena reputación, su trabajo o alguna relación; sin embargo, ¿Cuántas publicaciones de ese tipo sólo se convierten en algunas reacciones aisladas y nada más? Incluso siendo temas graves. Publicar una reseña negativa de un restaurante en el que se sufrió de discriminación racial no significa que el restaurante vaya a quebrar automáticamente, ni mucho menos.

Tercero, creemos que algo importante para nosotros es importante para todos, incluyendo aquellos que no están involucrados en el problema. Una parte fundamental de las redes sociales es, que nos pueden comunicar con personas totalmente ajenas a nosotros, pero eso no significa que nuestras preocupaciones se difundan y compartan con solo publicarlas. No porque a un individuo le preocupe que en su lugar de trabajo no haya estacionamiento para personas discapacitadas significa que le va a preocupar a todos.

Quiero dejar algo muy en claro: No está mal alzar la voz y quejarse de una injusticia, pero si realmente nos preocupa algo, eso no es suficiente. ¿Te preocupa el Amazonas? Acércate a una ONG que trabaje para el medio ambiente. ¿Sufriste discriminación de algún tipo? Es una violación a tus derechos humanos, ¡Denúncialo! ¿Quieres estacionamiento para personas discapacitadas? Habla con quienes manejan el estacionamiento del lugar donde trabajas. Y si quieres publicar todo eso en redes sociales, hazlo. Con algo de suerte, tu publicación sí logrará un cambio, pero no te quedes esperando a que pase.

Es cierto que nadie tiene tiempo de involucrarse al 100% en todos los temas que le preocupan; afortunadamente, hay pequeñas acciones que sí cuentan; cambiar hábitos de consumo, tomarnos unos minutos para hablar con quienes puedan estar en situaciones difíciles, donar algo de dinero a causas que nos interesen o mejorar nuestro trato a los demás. Por lo menos hay que buscar hacer lo mínimo indispensable: no contribuir al problema.

También hay que recordar que el que mucho abarca poco aprieta. No tenemos que ser soldados de todas las causas, todo el tiempo. Podemos escoger una, la que más nos preocupe, y dedicarnos a ella con esfuerzos constantes y profundos. Tenemos el ejemplo de gente como Greta Thunberg. Claro que le preocupa el feminismo, la desigualdad económica y la discriminación racial, pero su enfoque principal es el ambientalismo.

Traducir nuestras palabras a acciones les da mayor seriedad y aumenta nuestro nivel de responsabilidad sobre ellas. El próximo mes me gustaría hablar acerca de cómo manejamos está responsabilidad. Mientras tanto, no dejen de preguntarse hasta qué punto nuestra inacción puede invalidar nuestras palabras.

Lazarsfeld, P. F., & Merton, R. K. (1948). Mass communication, popular taste and organized social action (pp. 95-118). Bobbs-Merrill, College Division.

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