Mi etapa adolescente fue terrible. Nadie da el mérito suficiente a la gente que sobrevive a los cambios corporales de la pubertad: un día te sale un grano en media frente, el otro, tienes brazos enormes, y otro, no aguantas las rodillas porque tu cuerpo está acumulando kilos para dar un estirón de tres centímetros. Que los apéndices crezcan sin advertencia por la noche, provocando ineptitud para medir distancias y generar movimientos finos, pone a la gente en riesgo.
Además de esto, uno tiene delirio de persecusión: tus pares sociales te juzgan, el otro sexo te juzga, los profesores te juzgan, tus padres te juzgan. A pesar de sentirte atrapado en un limbo extraño entre la niñez y la edad adulta, donde un día, por rebeldía, te haces rastas y quieres unirte a un culto y llorar la muerte de Kurt Cobain, y al mes siguiente, compras la ropa en los tonos más pastel que existen en el mercado para ir a una fiesta donde bailarás la última canción de las Spices Girls, tratas de seguir adelante con la esperanza de que todo estará bien.
Pero, a pesar de unos siete años horribles, tu eterno acompañante fue la música. Con audífonos o a todo volumen, ésta siempre estuvo ahí para ti y creció contigo: fue tu cómplice en tu primer enamoramiento, en tu etapa hippie, y siempre guardó en secreto las listas con tus gustos culpables. Y, lo increíble es que, conforme pasan los años, es un secuaz perenne.
Esta misma visión la tiene Nick Hornby. Nacido el 17 de abril del año 1957 en Maidenhead, Inglaterra, estudió letras inglesas y comenzó su vida laboral colaborando como periodista y haciendo críticas de lo que más le gusta: la música (también adora el fútbol y al Arsenal, pero ésa es otra historia). Poco a poco, se dio cuenta que muchos de sus lectores conectaban con él por sus experiencias melódicas y se fue animando a escribir novelas con las canciones que han marcado su vida como leitmotif.
Uno de sus libros más famosos, que posteriormente fue adaptado al cine, fue High Fidelity. En esta historia, Rob Fleming trata de entender la causa de sus relaciones fallidas acompañando sus descubrimientos con Top 5 de canciones de su enorme colección de discos de vinilo. En el libro, la música se convierte en uno de los protagonistas principales y es la que narra externamente la vida de Fleming.
Otro de ellos, pero esta vez de ensayos, se llama Songbook o 31 canciones. En él muestra la banda sonora de su vida con canciones que lo acompañaron en diferentes circunstancias. Comienza con Teenage Fanclub y termina con Patti Smith, y entre estos tracks, habla de canciones de Bruce Springsteen, Nelly Furtado, Bob Dylan, Led Zeppelin, Rufus Wainwright, y otras más, que lo inspiraron a ser escritor y a saber qué canción será tocada en su funeral.
Si son melómanos, les recomiendo leerlo. A parte de que empezarán a catalogar qué música usarían para una ruptura amorosa o para una posible persecución y viajarán a través de las melodías que escucharon años atrás, la prosa de Hornby les sacará varias risas y momentos empáticos donde asentirán con los protagonistas diciendo “Me pasó lo mismo”.