28 de marzo de 2024 3:59 pm
OPINIÓN

Los dos lados de la democracia | Parte 2

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Jaime Tbeili Benpalti

Hace un mes, en la primera parte de este artículo, hable acerca de las ventajas que tiene una sociedad democrática y de la importancia de la participación para que sobreviva una democracia. Una de las razones por las que no hemos visto frutos de la democracia en México es nuestra falta de involucramiento y participación. La ciudadanía tiene un papel muy importante que jugar y francamente en México no siempre lo jugamos bien.

Sin embargo, la participación no es lo único que se necesita para que la democracia funcione. Así como tiene que haber intención, voluntad y esfuerzo de parte del pueblo, tiene que haber intención, voluntad y esfuerzo de parte de las instituciones y servidores públicos que lo representan. Tanto los funcionarios de carrera como los que llegan a puestos de elección popular deben de defender y fortalecer la democracia para que esta tenga éxito.

No es un tema de derechas e izquierdas. Los valores de la vida democrática tienen que estar por encima de las divisiones partidistas. Y no se trata nada más de reconocer a los ganadores. La democracia conlleva tres cosas que aquí abajo explico: representatividad, incentivos para cumplir y responsabilidad.

La representatividad significa que un servidor público está encargado de defender los intereses de quien lo eligió. Andar cambiando de partido político según te convenga claramente va en contra de esta representatividad. Un político que verdaderamente defiende los intereses del electorado tiene que mantener siempre congruencia y eso implica ser en el puesto quien prometió ser en campaña.

Los incentivos empujan a los mejores servidores a mejores cargos y van deshaciéndose de los poco eficientes. El compadrazgo en México ha evitado que estos incentivos surtan efecto. Si entre amigos o familia se ayudan para que los mismos se mantengan en el poder, entonces los funcionarios no tienen ninguna razón para cumplir.

Queda la responsabilidad, que debería de castigar a quienes nos fallan. Quienes se aprovechan del presupuesto, abusan del poder o corrompen las instituciones no solamente deberían de estar fuera del servicio público, deberían de responder ante tribunales y ser sentenciados si es necesario y pertinente.

Cuando los funcionarios públicos y las instituciones ignoran la representatividad, no responden ante incentivos y no son sujetos de responsabilidad, claro que la democracia no parece ser el sistema adecuado. Todas estas cosas son fundamentales para que funcione cualquier sistema democrático.

En México nos hacen falta las tres, y a todo esto tampoco ayuda tener como presidente a alguien que constantemente está atacando los fundamentos de la democracia. Nuestros políticos no parecen sentir ningún tipo de obligación hacia sus representados, los incentivos no existen y la responsabilidad es una palabra que solo se escucha en el discurso.

Lo mínimo sería que el presidente de le República fuera el primer defensor de la democracia. Como persona, López Obrador puede pensar lo que quiera, pero como institución, el presidente no puede pasársela atacando y amenazando al Instituto Nacional Electoral. Particularmente él, que tanto se esforzó por alcanzar su puesto por la vía democrática, debería de ser un gran partidario de cuidarla y mantenerla.

Desafortunadamente, nuestro mandatario ha criticado y tratado de debilitar al INE en varias ocasiones, al igual que a otros órganos constitucionales autónomos y al Poder Judicial. Después de las últimas elecciones Morena amenazó con presentar iniciativas en el Congreso para reformar a nuestro instituto electoral.

Si queremos empezar a ver resultados, le toca también a nuestros funcionarios esforzarse por ellos y eso implica impulsar la democracia desde todos los frentes posibles, no amenazar al instituto encargado de organizar las elecciones solo porque los resultados no te favorecieron.

Así como nosotros tenemos la obligación de participar para darle fuerza a nuestra democracia, las instituciones de nuestro país tienen la obligación de fomentar la representatividad, los incentivos y la responsabilidad para que la democracia rinda frutos. Se trata de un esfuerzo cooperativo entre los que están en el poder y los que no. La conclusión más concreta de este artículo y del pasado es que solamente vamos a ver resultados cuando cuidemos los dos lados de la democracia.

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