El viernes pasado el gobierno de China aprobó una ley que permite a su población tener hasta tres hijos. Es un movimiento muy interesante por parte del país más poblado del mundo, pero también muy controversial. ¿Cuál es la intención detrás de esta nueva política? ¿Qué apuntes se pueden mencionar al respecto?
Tras su formación en 1949 con la victoria de Mao Zedong contra el partido nacionalista, o Kuomintang, durante la guerra civil; China ha progresivamente mantenido un crecimiento económico. No obstante, durante cuatro décadas éste fue débil, casi irrelevante. El cambio de rumbo sucedió cuando Deng Xiaoping relevó en 1979 al primer líder comunista chino, introduciendo un proceso vertiginoso de desmaoización.
Entre los resultados más significativos de este proceso fue la serie de reformas económicas puestas en marcha en 1989 que liberalizaron económicamente a China y la abrieron al mundo. Fue tan trascendental este movimiento que desde ese momento el país de los ríos azul y amarillo creció económicamente sin interrupciones a un ritmo veloz que al paso de tiempo, y sobre todo luego de la crisis económica de 2008, sobrepasó a economías de países que históricamente estaban al frente, como el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia e incluso Japón.
Pero, ¿cómo una nación atrasada en su proceso de industrialización y con una economía basada en agricultura y el sector primario durante una gran parte del siglo XX, pudo hacer crecer su economía y sacar de la pobreza a millones de chinos?
Una de las respuestas es aumentando su población para que fungiera como mano de obra en el país. Desde luego, esto implicó costos, por ejemplo, aminorar las libertades y sacrificar a generaciones enteras que estuvieron inmersas en su trabajo para sentar las bases del crecimiento económico del país a medida que el proceso de industrialización corría vertiginosamente.
El crecimiento poblacional rindió frutos para China al incrementar su mano de obra, pero el aumento desmedido eventualmente significó un problema de sobrepoblación que el gobierno comunista decidió detener con la política de natalidad de un solo hijo. Desde luego, esto significó ser un paliativo para el crecimiento poblacional, pero ahora, al paso de las décadas, significa un incremento en el número de personas de edad avanzada y un aminoramiento en la cifra de personas en edad laboral, por lo que representa un obstáculo para la productividad del país.
Esto significa una desventaja contra otras economías del globo que presentan una sólida fuerza productiva, como la Unión Europea y las potencias emergentes Brasil e India, pero también contra de alianzas comerciales de gran peso como la del T-MEC (constituida por los tres países de América del Norte) y ASEAN (conformada por diez naciones del sureste asiático).
Por ello el interés del gobierno de Xi Jinping de incentivar otra vez a su población a incrementar la natalidad para que en unos años la fuerza productiva de China no se estanque y continúe floreciendo como lo ha hecho en los últimos tres lustros. Parece una buena estrategia del gobierno comunista chino, no obstante, a pesar del ánimo de la nueva política, el punto medular en este escenario es la recepción que tiene en la población del país asiático.
Principalmente, las mujeres se han mostrado reluctantes a seguir la nueva ley china de natalidad, ya que significaría interrumpir sus actuaciones académicas y laborales en más ocasiones, obstaculizando su proyecto de vida. Entre las varias repercusiones que este panorama genera es reproducir la inequidad en el mundo de las mujeres, algo que podría causar estragos para los planes de China.