19 de abril de 2024 7:34 pm
OPINIÓN

Tramas de arte: El fugitivo de Brujas

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Cecilia González Michalak

En museografía, no sólo se organiza la curaduría, el recorrido, los textos y la seguridad de una exposición, también se tiene que velar por la conservación preventiva de los objetos culturales y obras de arte que están en el museo. Antes del siglo XX, el estado de preservación de obras de arte era poco riguroso y para evitar que los daños y el deterioro se hicieran más evidentes, se recurría a la restauración. Después de la Segunda Guerra Mundial, surgieron varios organismos para estandarizar las medidas de conservación de objetos importantes para el patrimonio cultural como el Consejo Internacional de Museos (ICOM). Desde este punto, las autoridades de los museos se dieron cuenta que es más importante (y más fácil, y más económico) velar por las condiciones que protejan obras de arte y objetos antropológicos.

La conservación preventiva se refiere a todas las medidas y acciones que permitan alargar la vida de un objeto. Esto se hace vigilando la temperatura y la humedad relativa para que no varíen bruscamente, ya que esto no sólo puede generar daños biológicos, químicos y físicos, pero también puede impedir que microorganismos como hongos y algas, o que plagas como insectos y roedores, aparezcan. Las condiciones de iluminación también son importantes; muchas lámparas generan radiaciones y calor que perjudican manchando o despigmentando el arte, por lo que siempre es recomendable pensar en las horas lux (ya sea con iluminación natural o artificial) a las que se expone a las obras de arte.

Muchas de estas nociones varían dependiendo del soporte, técnica y fijador que se usa en una pintura. El arte de igual forma ha evolucionado para encontrar técnicas que mejoren el impacto de los años en el arte. Al principio, muchas culturas no preparaban el lienzo, y pintaban directamente en él; los colores del mármol de los templos grecorromanos y de murales se desvanecieron. Posteriormente descubrieron que con una base fresca y con un fijador, se podía prolongar la vida de la obra… y es aquí donde se encuentra la base del libro de esta semana.

El Renacimiento en Europa trajo muchos descubrimientos basados en un sinfín de experimentos. Da Vinci, por ejemplo, experimentó con albúmina de huevo como fijador en sus frescos (cosa que no le funcionó muy bien en La última cena). En el libro El fugitivo de Brujas, la historia se sitúa en 1441, cuando el pintor flamenco Van Eyck confiesa a su hijo y pupilo, Jan, el secreto de una técnica que revolucionará el mundo de la pintura al óleo: un nuevo método que ofrece un secado rápido del lienzo y que garantiza una excelente resistencia al tiempo. Además de confiarle con reserva este enigma, le pide también que no desvele nada porque puede tener problemas y recelos con cierto sector de la sociedad.

– Lentamente fue vertiendo en el crisol el aceite de espliego que contenía el cubilete. […] Dada su volatilidad, el aceite de espliego se evaporará rápidamente y en la tela solo quedará la fina capa de óleo. Dejemos que la mezcla repose y entremos. […] No has tamizado bastante la mezcla de yeso. No puedes dibujar sobre un fondo granuloso.[…]

Tomó un cubilete en el que efectuó una sabia mezcla de ocre amarillento y negro, la recogió con la punta del pincel y la aplicó en el dibujo. Van Eyck se acercó a la mesa e indicó al muchacho un recipiente lleno de un líquido graso y tibio y otro con una esencia almizclada. El líquido graso y tibio tiene un punto de ebullición y una densidad constantes y, por procedimientos químicos, se descompone en varios gases quedando un residuo de aspecto carbonoso.

– Todo es cuestión de equilibrio. Si no añades a tu óleo la medida adecuada, se te estropeará el barniz. Y un barniz estropeado es un cuadro condenado.

Poco después de la muerte de Van Eyck, la casa de la familia de artistas flamencos es saqueada, y Jan descubre que el legado de su padre tiene una implicación mucho más importante y que su vida está en peligro. A esto, se entrecruza un relato de suspenso en el cual Cosme de Médici está haciendo una pesquisa para descubrir quién es el autor de una serie de asesinatos en los que las víctimas están relacionadas con el mundo del arte. 

¿Existirá una conspiración artística?, ¿quiénes son los culpables?, ¿cuál es el motivo real de sus acciones?, ¿las historias de Van Eyck y Cosme de Médici se relacionan o fueron hechos independientes en unas extrañas coincidencias?, ¿qué está pasando en el resto de Europa? El libro escrito por Gilbert Sinoué no sólo permite saborear datos reales sobre técnicas de pintura de la época, sino que atrapa al lector desde el principio. Consiste en una narración que genera un montón de dudas que poco a poco, como en un buen libro noir o de detectives, irán deshilvanando las respuestas hasta tener un final abrumador.

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