Una cualidad increíble que tiene el arte es que necesita de un público que lo vea, lo interprete y lo sienta. Un artista puede estar creando un sinfín de obras, pero sin poder ser apreciadas –o criticadas– por un tercero, el proceso no termina su curso y se queda estancado. El pintor, el escultor, el escritor, el músico, el actor, y cualquier creador de una obra que busca ser arte, empiezan una conversación que el espectador continúa. Es un argumento vivo que necesita de una respuesta.
El diálogo entre el objeto y la persona que lo observa persevera cuando este último asimila el mensaje y lo adopta en su bagaje cultural para usarlo posteriormente como método de argumentación, apoyándolo, contradiciéndolo, modificándolo, innovándolo. Es un ciclo que se genera a través del tiempo y sólo morirá hasta que se destruya la pieza, o se encierre en el abandono.
Olafur Eliasson (Copenhague, 1967) es un artista danés reconocido por sus esculturas e instalaciones que utilizan las propiedades físicas de la luz para realizarse. Eliasson creció en Islandia y Dinamarca, donde estudió de 1989 a 1995 en la Real Academia Danesa de Bellas Artes. En 1995, creó su propio despacho para trabajar con un equipo con especialistas de diversos campos para realizar sus diferentes obras e instalaciones.
Desde 1997, Eliasson destacó en el ojo público con diferentes proyectos como The Weather Project, un enorme sol artificial envuelto por la niebla instalado en el Turbine Hall del Tate Modern de Londres; el Pabellón de la Serpentine Gallery 2007 desarrollado con el arquitecto Kjetil Thorsen para los jardines de Kensington; y cuatro cataratas de hasta 40 metros de altura que cayeron en East River y la bahía de Nueva York desde torres de andamios.
Además del juego con la refracción de la luz, Olafur Eliasson sabe que es importante integrar al público en su obra, aunque no sea de una manera evidente. Un ejemplo de esta interacción es The Hinged View (La vista abisagrada) que fue creada sobre la base de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 2016. Durante esa campaña electoral donde se disputaban el puesto Hillary Clinton y Donald Trump, los discursos de odio racial y cero tolerancia al “extraño”, o al “diferente” pavimentaron sofistamente el camino para recobrar la grandeza de “América” (el país, no el continente).
Esta obra de arte consta de seis esferas de cristal que está dividida en cuatro partes: la mitad es de vidrio sin color, y la otra mitad tiene un gajo negro, uno de color, y otro gajo negro. La magia surge cuando el visitante del Museo de Arte de Nueva Orleans camina alrededor de la obra. De la pureza transparente del cristal, empieza a aparecer los colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, morado, que luego tornan al negro.
Es una forma hermosa y poética de mostrar que la participación activa con el otro nos permite conocer la riqueza de las diferencias culturales de una comunidad: si se interactúa, se pueden descubrir y apreciar diferentes colores radiantes, pero si no se quiere entablar un diálogo, sin iniciativa al movimiento, sólo existe la nada y la soledad del negro. El respeto nos hace progresar, la intolerancia retroceder. Vivimos en un mundo rico en ideas, culturas, idiomas, tradiciones y colores, pero lleno de problemas de discriminación racial, social, religiosa, política y sexual. No podemos esperar pasivamente en encontrar una solución, se tiene que dar siempre un primer paso para arreglar lo que nos disgusta.
Eliasson ha dado su primer paso. Hace arte que nos mueve a pensar, y además crea iniciativas como Little Sun, que con el ingeniero Frederik Ottesen, produce y distribuye lámparas y cargadores solares para su uso en comunidades marginadas. Su búsqueda de crear conciencia sobre la necesidad de ampliar el acceso a energía limpia y renovable para todos le ha valido el título de Embajador de Buena Voluntad para las energías renovables y la acción climática por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas.
At its best, art is an exercise in democracy; it trains our critical capacities for perceiving and interpreting the world. Yet art does not tell us what to do or how to feel, but rather empowers us to find out ourselves.
Olafur Eliasson
“En el mejor de los casos, el arte es un ejercicio de democracia; entrena nuestras capacidades críticas para percibir e interpretar el mundo. Sin embargo, el arte no nos dice qué hacer o cómo sentirnos, sino que nos permite descubrirlo por nosotros mismos.”
Publicación tomada del sitio SignificARTE, para ver la entrada original de clic aquí