MIchelle Bermúdez Betancourt
Uno de los profundos errores que las administraciones, principalmente aquellas de transición, han cometido en la historia contemporánea de nuestro país es aquel de dejar de lado la importancia y esencialidad de planear. Dicha falta de planeación cuenta con un impacto y alcance indescriptiblemente profundos, tanto en su conjunto como en la individualidad de cada sector.
Lo cierto es que en los últimos años hemos sido observadores de un sistema de creación de políticas públicas no del todo analizadas y muchas de ellas “construidas sobre la marcha”. Si bien esta es una situación que vale la pena analizar en toda su extensión, en la presente ocasión, dados los hechos recientes, considero sumamente necesario enfocarnos en la escasa planeación y, por ende, desprotección que este sexenio le ha demostrado al sector educativo.
En los últimos cuatro años la administración pública ha tomado decisiones que ciertamente deberían de sorprender y molestar a la ciudadanía en materia educativa. En tan solo cuatro años la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha estado a cargo de tres personas diferentes; durante más de un año los niños y niñas recibieron educación a través de la televisión; se eliminaron las escuelas de tiempo completo y; ahora, en Chiapas, más de 100 adolescentes, en menos de un mes, han resultado intoxicados, presuntamente por ingesta de drogas, dentro de sus planteles educativos, sin las familias obtener una explicación y, por ende, solución por parte de las autoridades. Estos, por mencionar algunos, son claros ejemplos de una falta de atención y planeación integral y estructurada en la educación, misma que debería ser entendida como actividad prioritaria para todo gobierno.
Ha resultado fácil para muchos candidatos, candidatas, partidos y funcionarios mantener un discurso sustentado en la necesidad y “promesa” de transformar la educación de nuestro país. Sin embargo, hemos podido observar que dichos esfuerzos se han visto dañinamente limitados a cuestiones de evaluación o contenido. Las escuelas son mucho más que centros de estudio, son el lugar en el que las niñas y niños deben de aprender a interactuar con otros y en el que pasan, muchos de ellos, la inmensa mayoría de su tiempo. Asistir a la escuela es aquello que todos los niños y niñas deberían de tener en común y aquello que se debiese comprender como una constante en la vida de los mismos.
No podemos permitir que la atención y mejora a la educación siga siendo un discurso vacío y limitado. Las escuelas tienen la obligación de ser lugares que garanticen la protección y ejercicio de todos los derechos humanos y no de tan solo algunos; éstas deben de ser un lugar de protección y garantías, de forma tal que un cambio educativo no solo precisa de mejores evaluaciones, sino de una mejor infraestructura, garantía de alimentación, vigilancia protección y acompañamiento.
Resulta inconcebible que normalicemos, como ciudadanía, una realidad que ha abandonado a los más vulnerables y que sigamos aceptando el cambio educativo como nada más que un discurso y medio de convencimiento. Sin embargo, no estamos de manos atadas; el 2024 cada vez se siente más cerca y con mayor frecuencia escuchamos a miembros tanto del gobierno como de la oposición identificarse como posibles candidatos a la presidencia en dicho año.
Sin duda alguna, no habrá candidato o candidata alguna que deje fuera de su campaña la “transformación educativa” dada la fuerza de conexión y facilidad de identificación por parte de la sociedad con dicha causa; sin embargo, debemos de ser mucho más exigentes y vigilantes de lo que hemos sido. Debemos de presionar y reclamar argumentos y una planeación previa al comienzo de la gestión en esta materia. Sabremos entonces que el o la candidata que hable de la educación sin hacer referencia a las necesidades de alimentación, atención, seguridad e infraestructura, será un candidato o candidata que está prometiendo a medias y sin análisis, lo que definitivamente no va de la mano con los resultados y cambios que esperamos y nos merecemos, puesto que un gobierno que no se preocupa por la infancia, sin duda alguna es un gobierno que no se preocupa, ni se preocupará, por el bienestar de la nación.