En los últimos meses, Japón ha visto un aumento significativo en la llegada de turistas extranjeros, una tendencia impulsada por la debilidad del yen, que hace que el país sea un destino atractivo y asequible. Desde la relajación de las restricciones de entrada relacionadas con la COVID-19 en 2022, los visitantes han acudido en masa, llevando al país a alcanzar cifras récord en marzo de 2024, con más de tres millones de llegadas internacionales.
Esta afluencia ha generado preocupaciones entre los funcionarios japoneses, incluido el primer ministro Fumio Kishida, sobre el turismo excesivo y sus efectos en las comunidades locales. Los lugares más emblemáticos, como Kioto, la antigua capital real, están viendo desbordados sus espacios turísticos habituales, extendiéndose el flujo de visitantes a áreas menos conocidas y anteriormente tranquilas.
Residentes locales han expresado su frustración por el impacto del turismo masivo en su vida diaria. Las quejas van desde la dificultad para acceder a servicios y transportes públicos hasta el aumento de precios en alojamientos. En Kioto, por ejemplo, algunos ciudadanos reportan ya no poder alojarse en hoteles locales debido a la alta demanda y los costos elevados.
A pesar de los beneficios económicos que el turismo trae, incluyendo un incremento significativo en el gasto de los turistas, que representa alrededor del 9% del PIB de Japón, la situación plantea desafíos sobre cómo manejar el equilibrio entre el crecimiento económico y la calidad de vida de los residentes. Las autoridades japonesas continúan buscando soluciones para gestionar este crecimiento de manera sostenible y mantener la armonía social y cultural del país.