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* En colaboración con Jaime Tbeili Palti
La reciente decisión del gobierno de Estados Unidos de imponer aranceles del 25% al acero y aluminio importado ha generado un nuevo episodio de tensión en las relaciones comerciales con México. A pesar de la existencia del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), estas medidas proteccionistas amenazan con desestabilizar sectores clave de la economía mexicana y generar incertidumbre en los mercados internacionales.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha justificado estos aranceles como una estrategia para fortalecer la industria nacional, argumentando que Estados Unidos ha sido tratado injustamente en el comercio internacional. Sin embargo, México, como principal proveedor de acero y aluminio para el mercado estadounidense, se verá fuertemente afectado por esta medida. La industria manufacturera, automotriz y de la construcción, dependientes de estos insumos, enfrentarán aumentos en costos de producción y posibles despidos masivos.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México, ha adoptado una postura cautelosa, indicando que esperará hasta el 2 de abril para tomar una decisión definitiva sobre posibles medidas de represalia. Mientras tanto, Canadá y la Unión Europea han anunciado aranceles en respuesta a las acciones de Estados Unidos, lo que abre la posibilidad de una escalada en la guerra comercial global. México, por su parte, mantiene conversaciones con Washington y la industria siderúrgica nacional para evaluar las mejores estrategias ante este nuevo reto.
Desde la firma del T-MEC, México se ha consolidado como el principal socio comercial de Estados Unidos. En 2023, el comercio bilateral superó los 860 mil millones de dólares, una cifra histórica que demuestra la profunda integración de ambas economías. Cualquier imposición de aranceles afectaría a sectores clave como el automotriz, el manufacturero y el agroalimentario, generando costos adicionales que se trasladarían a los consumidores estadounidenses. Paradójicamente, la medida de Trump podría terminar perjudicando a la misma clase trabajadora que dice proteger.
Además del impacto económico, la incertidumbre generada por este tipo de amenazas puede desincentivar la inversión extranjera en México, justo cuando el fenómeno del nearshoring está favoreciendo la llegada de nuevas empresas al país. Empresas globales han comenzado a ver a México como una alternativa viable a China debido a su proximidad con el mercado estadounidense. Sin embargo, la inestabilidad comercial y el riesgo de un conflicto arancelario podrían hacer que muchas reconsideren su apuesta por el país.
El gobierno mexicano, por su parte, debe anticiparse a estos posibles escenarios y reforzar su estrategia diplomática y económica. La diversificación de mercados, la consolidación de acuerdos con otras regiones y una postura firme en las negociaciones serán clave para mitigar los efectos de un eventual choque comercial con Estados Unidos.
A pesar de la retórica de Trump, la interdependencia económica entre ambos países hace que cualquier medida unilateral sea difícil de sostener en el largo plazo. Las empresas estadounidenses que dependen de las cadenas de suministro mexicanas, así como los propios consumidores, podrían ser un contrapeso a estas políticas proteccionistas. No obstante, la imposición de estos nuevos aranceles obliga a México a prepararse para un escenario de mayor confrontación y volatilidad.
El fantasma de los aranceles ha vuelto, y con él, la necesidad de que México fortalezca su estrategia para evitar que su economía se convierta en rehén de las decisiones proteccionistas de su principal socio comercial.
