El fenómeno de los narcocorridos, un subgénero musical que narra historias sobre narcotraficantes, ha generado un intenso debate en México sobre si glorifican el crimen organizado o simplemente reflejan una realidad social. Periodistas analizaron este tema tras los incidentes violentos ocurridos en un concierto en Texcoco, donde el cantante Luis R. Conriquez se negó a interpretar canciones alusivas al narcotráfico.
Alina Duarte recordó que el auge de la narcocultura se intensificó durante la guerra contra el narco iniciada en 2006, señalando la complejidad de discernir si los narcocorridos alaban el crimen o son una forma de denuncia. Daniela Barragán añadió que muchos artistas utilizan su música para retratar la realidad de diversas regiones del país, una realidad que no se puede ocultar y que puede servir como protesta.
Sin embargo, Meme Yamel enfatizó que más allá de si son buenos o malos, las consecuencias de los narcocorridos son evidentes, como se demostró en los actos violentos en Texcoco. Argumentó que este género no es una simple expresión musical, sino que está originando violencia, como la difusión de imágenes que enaltecen a líderes del crimen organizado.
Perla Velázquez recordó incidentes donde, incluso en contextos de indignación por la violencia del narcotráfico, se proyectaron imágenes alabando a figuras criminales durante conciertos de narcocorridos. Finalmente, las periodistas coincidieron en que el debate debe centrarse en cómo modificar los contenidos de las canciones en lugar de simplemente prohibir un género musical.