Varios países europeos, con Alemania, Italia y España a la vanguardia, están implementando medidas cada vez más restrictivas contra la inmigración. Alemania planea rechazar solicitudes de asilo en frontera, Italia avanza con su plan de centros de internamiento en Albania, y España endurece su Reglamento de Extranjería.
Otros países como Grecia y Portugal también están adoptando políticas más severas, expulsando refugiados y solicitantes de asilo, y llevando a cabo campañas de deportación. Incluso Polonia, bajo un nuevo gobierno, mantiene una postura restrictiva en su frontera con Bielorrusia.
Estas medidas, aunque en algunos casos presentadas de forma más moderada, responden a las sugerencias de la Comisión Europea y reflejan una tendencia generalizada hacia un control migratorio más represivo en el continente. Expertos legales cuestionan la legalidad y las implicaciones humanitarias de algunas de estas políticas.
Organizaciones y tribunales están presentando recursos legales contra estas reformas, advirtiendo sobre la pérdida de derechos para los migrantes y las posibles consecuencias negativas, como el aumento de la irregularidad y la afectación de la integración laboral. El endurecimiento de las políticas migratorias marca un giro significativo en la gestión de la inmigración en Europa.