La escena geopolítica mundial experimenta una transformación profunda con el auge de una visión de un nuevo orden bipolar centrado en China y Rusia. A diferencia de la Guerra Fría, esta convergencia estratégica euroasiática post-occidental se nutre del desgaste de Estados Unidos y Europa, cuya política exterior basada en la imposición y la guerra ha generado rechazo y pérdida de influencia en el Sur Global.
Las intervenciones militares occidentales en diversos países y su apoyo en conflictos como el de Ucrania han erosionado la confianza internacional, siendo percibidos como defensores de un orden de dominación. El punto de inflexión moral se agudizó con el conflicto en Gaza y la complicidad occidental con Israel, fracturando la narrativa de defensa de derechos humanos y fortaleciendo alternativas geopolíticas como los BRICS+.
La guerra en Ucrania evidenció las limitaciones de la OTAN y la falta de una estrategia a largo plazo de Occidente frente a potencias resilientes como Rusia y China. El fortalecimiento del eje China-Rusia, basado en la complementariedad estratégica en lo militar, tecnológico y económico, desafía el orden global establecido, promoviendo instituciones propias y valores alternativos al liberalismo atlántico.
Aunque se debate entre un mundo bipolar o multipolar, la tesis de un bipolarismo asimétrico con China y Rusia como núcleo euroasiático cobra fuerza. Occidente, aunque no desaparece, enfrenta un declive ante su obstinación en la guerra y su incapacidad para adaptarse a un mundo que ya no domina en solitario. China y Rusia se proyectan como los arquitectos de un nuevo paradigma geopolítico basado en estrategia, alianzas y una narrativa contrahegemónica.