Escuchar
Muchas cosas han pasado en la primera mitad de este año. Cada día hay un nuevo titular, una nueva historia. Llega a ser tan sofocante que muchas veces preferimos ignorar. Apagar el teléfono, dejar de seguir cuentas, desconectarnos, hacer un detox de redes sociales. Cuántas veces he querido hacer exactamente eso.
Vemos a Donald Trump atentando contra la democracia en Estados Unidos, cómo la guerra en Ucrania se vuelve interminable, o cómo conflictos de siglos siguen existiendo y amenazando la paz, como en Cachemira o Palestina. Al mismo tiempo, surgen nuevas amenazas como los ciberataques, y regresan viejos temores como las armas nucleares. Sinceramente, estoy cansada de ver al mundo arder, de despertar y sentir que todo empeora. Saber que, a pesar de los esfuerzos de millones, los intereses de unos pocos siguen destruyendo lo poco de humanidad que nos queda. Pero, sobre todo, estoy cansada de tener que tener una opinión. De leer todo lo que pasa, buscar datos, verificar fuentes, hacer fact-checking solo para poder defender lo que pienso.
Es verdad: muchas veces preferimos no hacer nada, ya sea por miedo a las consecuencias o porque sentimos que nuestra voz no importa. Y sí, una sola voz no basta para cambiar todo lo que está mal en el mundo.
Activismo y Resistencia.
A pesar de todo, aún existen quienes eligen hablar. Como el estudiante de NYU que, durante su discurso de graduación, pidió el fin del genocidio en Palestina, aun sabiendo que podría haber consecuencias. Como quienes en México, a pesar de las amenazas del crimen organizado o incluso de funcionarios, siguen buscando a sus desaparecidos. Como las mujeres que se niegan a ser silenciadas y hoy alzan la voz más fuerte, especialmente al ser llamadas“histéricas” o “dramáticas”. O como Seán Binder y Sarah Mardini, que enfrentaron años de cargos criminales en Grecia por ayudar a refugiados en Lesbos.
Cansancio colectivo y resistencia individual.
Es fácil hundirse en este mar de malas noticias, odio y desinformación. Tristemente, eso es lo que vende, lo que divide, lo que mantiene a muchos en silencio. No es fácil ver cómo el odio gana terreno, cómo cada vez más personas se rinden o prefieren callar por miedo.
A quienes se sienten saturados y cansados, les digo: entiendo su frustración. Entiendo la impotencia, el hartazgo de ver lo peor del mundo una y otra vez, el miedo a perder o dejar de pertenecer. Como dije antes, estoy cansada de tener que tener una opinión, la saturación es tanta que luego ya ni se por donde comenzar.
La lucha de todos es diferente para todos, la de unos es más presente y riesgosa que la de otros, y hacemos lo que podemos desde donde estamos. Sin embargo eso es lo importante el no quedarnos callados cuando las cosas están mal, porque aunque opinemos distintos todos estamos de acuerdo en lo más básico: queremos paz.
El valor de alzar la voz.
Cuando salió la película Wicked, muchos comparaban a Elphaba y Glinda por cómo enfrentaban sus realidades. Se criticaba que Glinda guardara silencio por ambición y miedo. Pero eso opacaba el sacrificio de Elphaba. Ella tenía todo lo que siempre quiso: aceptación, amigos, amor. Y, aun así, eligió mantenerse fiel a sus creencias, sabiendo que eso lo perdería todo.
Se necesita valor para alzar la voz y seguir luchando. Para, cuando todo parece perdido, levantarse una vez más y no dejarse vencer. Porque, incluso cuando el entorno es negativo, tóxico y trágico, defender lo que creemos es, sin duda, un acto de valentía. Por ello a pesar de estar cansada de tener una opinion decido si tenerla, informarme y levantar la voz.
