El entorno económico global se deteriora rápidamente, y México, con su alta dependencia de los mercados internacionales, no es inmune a las consecuencias. Organismos como la OCDE, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Fitch Ratings coinciden en que las principales potencias económicas, Estados Unidos, China y la Unión Europea, enfrentan un crecimiento bajo. La desaceleración sincronizada de estas economías clave debilita el comercio mundial y mina las perspectivas de países exportadores como México.
En particular, Estados Unidos, destino del 83% de las exportaciones mexicanas, proyecta un crecimiento de apenas 1.6% para este año. Las políticas arancelarias volátiles, como las impulsadas por Donald Trump, encarecen las importaciones, elevan los precios y disminuyen el consumo, lo que se traduce en una menor demanda de productos mexicanos, reducción de inversiones y un aumento de la incertidumbre. Por su parte, China se espera que crezca menos del 4% en 2025, lidiando con presiones deflacionarias y un alto desempleo juvenil, mientras que la Unión Europea apenas alcanzará un 0.8% de crecimiento, con Alemania estancada y tensiones fiscales en Italia y Francia.
Para México, las previsiones son desalentadoras: el FMI estima una contracción de -0.3% en 2025, Banxico un 0.1%, la OCDE un 0.4%, y el sector privado apenas un 0.08%. Solo la Secretaría de Hacienda mantiene un optimismo considerable. El impacto ya se siente en el bolsillo de los ciudadanos, con una caída del ingreso laboral real del 2.7% en el primer trimestre y un aumento de la informalidad y el subempleo. Además, la inversión fija bruta ha disminuido por tres trimestres consecutivos, la confianza de consumidores y empresarios se deteriora, y el consumo interno pierde fuerza, agravado por las altas tasas de interés que restringen el crédito.
A estos desafíos económicos se suma una creciente desconfianza institucional. Iniciativas como la reforma al Poder Judicial, la falta de reglas claras para la inversión y el centralismo político generan cautela entre los empresarios nacionales y extranjeros. Esta incertidumbre política ahora compite con los factores económicos como un freno estructural para el desarrollo del país. En este complicado panorama, el ambicioso «Plan México» de la presidenta Sheinbaum, que busca impulsar infraestructura, nearshoring, innovación y empleos mejor remunerados, enfrenta un camino lleno de obstáculos. Si el crecimiento se estanca y los ingresos laborales no mejoran, las promesas de bienestar social, como la reducción de la pobreza y la mejora de la salud y educación, difícilmente se podrán cumplir, aumentando el riesgo de frustración social e inestabilidad política.