México atraviesa una de sus mayores crisis estructurales en el ámbito energético. La dependencia del gas natural importado, principalmente de Estados Unidos, contrasta con una producción nacional decreciente, una infraestructura deficiente y un bajo aprovechamiento del gas asociado al petróleo. La situación ha encendido alertas sobre la sostenibilidad del modelo energético nacional.
En enero de 2025, México produjo apenas 4,377 millones de pies cúbicos diarios, mientras que el consumo al cierre de 2024 rondó los nueve millones, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Energía. El déficit estructural supera el 50%, obligando al país a importar el 70% del gas que utiliza, en su mayoría desde Texas.
Para Alejandro De Jesús, socio del Environmental Resources Management (ERM), revertir esta situación requiere más que una promesa política. “Necesitamos un rediseño estratégico, robusto y sostenible. De lo contrario, no sólo arriesgamos nuestra seguridad energética, también nuestros compromisos climáticos”, advirtió.
Cuatro frentes para una reestructura
El especialista propone una transformación basada en cuatro pilares:
- Mayor participación del sector privado.
- Inversión en transporte, almacenamiento y distribución.
- Aprovechamiento del gas asociado (que hoy se desperdicia o quema).
- Un marco regulatorio coherente y cumplible.
Actualmente, gran parte del gas producido en el país se considera un subproducto del petróleo y no se aprovecha eficientemente. Según datos del Banco Mundial, México figura entre los diez países que más gas queman, lo que representa no solo una pérdida económica, sino también un fuerte impacto ambiental.
La infraestructura: un cuello de botella
A pesar de los esfuerzos, el país carece de una red nacional sólida de gasoductos que permita transportar la molécula de manera eficiente. Esto limita tanto el consumo interno como la posibilidad de exportación. Aunque existen proyectos clave en marcha —como el gasoducto Puerta al Sureste de TC Energía y la ampliación del Mayakan de Engie—, todos siguen dependiendo de gas importado.
El gasoducto Centauro del Norte, a cargo del Grupo Carso, promete llevar gas a Baja California, donde la Comisión Federal de Electricidad planea instalar nuevas plantas. Sin embargo, estos avances son considerados paliativos temporales frente a la necesidad urgente de aumentar la producción nacional.
Un plan insuficiente
El llamado Plan México, en su apartado de soberanía energética, contempla elevar la producción nacional a cinco millones de pies cúbicos diarios, una cifra aún lejana a cubrir la demanda actual.
Para De Jesús, la solución no está en perforar más pozos, sino en “crear un ecosistema funcional”: establecer reglas claras, incentivar inversión, construir infraestructura clave y dejar de desperdiciar gas asociado.
Sin un cambio estructural, México seguirá expuesto a vaivenes internacionales, precios volátiles y vulnerabilidades energéticas. La transición hacia un modelo sostenible, competitivo y autónomo no puede esperar más.