Coyuntura económica y algo más
Cuando heredas los aplausos y escondes los fracasos, el liderazgo se queda en cero…
Macraf
El primer informe de la corcholata mayor comenzó con un gesto revelador: darle el crédito de lo “bueno” al sexenio pasado. En lugar de marcar distancia, decidió empezar reconociendo al tabasqueño, como si lo único que la sostuviera fuera la sombra de quien la llevó a Palacio. Ese arranque, más que fortalecerla, la hizo ver pequeña en términos políticos y de liderazgo: un gobierno que presume continuidad, pero que no logra construir identidad propia.
De ahí en adelante vinieron los números… algunos ciertos, otros inflados y muchos francamente engañosos.
En pobreza y desigualdad, sí, se presume una reducción. Pero no es producto de una economía más productiva, sino del aumento de transferencias y de las remesas que envían millones de mexicanos desde el extranjero. La realidad es que se genera una mayor dependencia de lo que da el gobierno, y no de lo que producen las personas. Así, se destruye cualquier estímulo para emprender o mejorar la situación actual: lo que importa no es generar, sino esperar a que el gobierno deposite.
El crecimiento del 1.2% fue otro aplauso fácil. Técnicamente es cierto, pero es de los más bajos de la región. Además, se logró por la inercia del altísimo gasto del último año del tabasqueño, que se financió con más deuda y no con inversión productiva. El país no crece por sí mismo: sobrevive gracias a un gasto que ya no se puede repetir. El verdadero reto sería generar un dinamismo sostenido que supere al crecimiento poblacional y permita recuperar el PIB per cápita perdido desde 2017.
En inversión extranjera, la cifra presumida de 36 mil millones de dólares no cuadra con las oficiales: fueron 34,265 millones. Y de ese monto, más del 90% fue reinversión de utilidades. La nueva inversión apenas llegó al 4%. En pocas palabras, nunca supimos aprovechar el nearshoring y, al contrario, destruimos la confianza de quienes pudieron haber apostado por México. Aquí lo apremiante es integrar a todas las regiones al crecimiento norteamericano y dar condiciones financieras para que las mipymes accedan a crédito real y puedan invertir; después de todo, son esas micro y pequeñas empresas las que más empleos generan.
Pemex tampoco se salvó del maquillaje. La presidenta habló de una producción de 1.8 millones de barriles diarios, cuando en realidad apenas alcanzamos 1.65 millones. Mientras tanto, el nivel de deuda de la petrolera ha crecido de forma alarmante desde que la T de cuarta decidió convertirla en su tótem ideológico. Pemex hoy es una empresa quebrada que se sostiene con dinero público. Y ojo: Deer Park sí es rentable, pero porque así estaba diseñada antes de que la compraran, no por la gestión actual. Lo que se debería estar discutiendo en el país no es cómo sostener a la petrolera, sino cómo transformarla en una verdadera empresa de energía y multiplicar la generación de energía limpia, motor indispensable para atraer inversión y generar empleo.
En empleo, el triunfalismo llegó al ridículo. Se presume desempleo bajo y, si bien de acuerdo con el IMSS hubo más de un millón de empleos registrados en julio, lo cierto es que 34 millones de mexicanos trabajan en la informalidad, el nivel más alto en la historia reciente. Y de ese “millón” en el IMSS, la mayoría corresponde a la prueba piloto del programa de personas trabajadoras de plataformas digitales. No se crearon nuevos empleos, solo se reconoció a quienes ya tenían trabajo. Para dimensionar: en junio apenas se reportaron 88 mil nuevos registros, cuando el país debería estar generando al menos 600 mil mensuales para hablar de verdadera recuperación. Lo relevante es, justamente, de lo que no se habla: necesitamos un mercado laboral formal, sólido y robusto, con empleos de calidad, acceso a salud y mejores ingresos. Y, por supuesto, un sistema nacional de cuidados que permita que más mujeres se integren al trabajo remunerado.
En vivienda, los datos tampoco cuadran con lo que reporta la propia Sedatu. Pero eso no fue impedimento para presentarlos como si fueran logros.
En seguridad, la presidenta habló de una reducción del 25% en homicidios. La realidad es que el descenso en cifras comparables es de apenas 10.8%. Y en lo que va de su gobierno ya se acumulan más de 20 mil homicidios dolosos. Sí, menos que antes, pero basta uno solo para saber que algo va mal, salvo para ellos. Aquí el pendiente es mayúsculo: sin seguridad pública ni certeza jurídica no hay inversión posible.
En corrupción, se repitió el mantra de que “cuando no hay corrupción alcanza para más”. Sin embargo, la percepción ciudadana sigue siendo igual de alta y los casos no dejan de aparecer. Ahí está el programa Alimentación para el Bienestar, que replicó el modelo de Segalmex con la asignación de 2 mil millones de pesos a empresas fachada. ¿Y los responsables del desfalco de Segalmex? Ni señalados ni procesados.
Y, por supuesto, llegaron las obras estratégicas. Dos Bocas “opera al 100%”, según el discurso, cuando en realidad apenas alcanza el 45% y sin concluir pruebas operativas. Mexicana de Aviación y el aeropuerto siguen sumando pérdidas, y el Tren Maya no solo se descarrila tanto en lo físico como en lo financiero, también empieza a sufrir problemas operativos. Mientras tanto, seguimos con un gasto público que privilegia proyectos sin rentabilidad social ni financiera, en lugar de fortalecer salud, educación y seguridad.
El problema no son solo los números maquillados, sino lo que representan: la confirmación de que, a falta de logros, la corcholata mayor depende de repetir viejos discursos y heredar aplausos ajenos.
Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.