El sector manufacturero de México ha sufrido un revés significativo. La producción de automóviles y camiones cayó un abrupto 8.4% en agosto, la contracción más fuerte registrada en casi cuatro años. Este desplome es una consecuencia directa del llamado «efecto Trump», que ha generado una profunda incertidumbre sobre el futuro comercial con Estados Unidos, principal destino de las exportaciones automotrices mexicanas. La amenaza persistente de aranceles y el endurecimiento de las reglas de origen en la región han provocado que las ensambladoras retrasen la producción y la inversión.
La caída en la fabricación es una mala señal para la economía mexicana. El sector automotor es el motor de la economía y un pilar clave del T-MEC, representando un volumen significativo del PIB. La desaceleración no es solo un problema de producción, sino que también afecta a la cadena de suministro de miles de pequeñas y medianas empresas (pymes) que actúan como proveedoras. La situación es un recordatorio de la vulnerabilidad de México ante los vaivenes políticos de su vecino del norte.
El desafío para el gobierno mexicano es encontrar un equilibrio entre defender la soberanía nacional y proteger la industria exportadora. La caída en la producción de agosto subraya la urgencia de asegurar una relación comercial estable.