La fuerza laboral moderna en países como México se caracteriza por ser multigeneracional, con Baby Boomers, Generación X, Millennials y Generación Z coexistiendo en las empresas. Esta diversidad, si bien es una fuente de riqueza, innovación y creatividad, se ha convertido en un riesgo económico crítico para las organizaciones y la productividad nacional.
El problema radica en la incoherencia entre los modelos de liderazgo y las expectativas del talento joven. Las generaciones más recientes, especialmente los Millennials y la Generación Z, valoran el propósito, la autonomía y la flexibilidad laboral por encima de la seguridad a largo plazo. Alrededor del 56% de la Gen Z planea cambiar de trabajo en los próximos seis meses si sus expectativas de bienestar y crecimiento no se cumplen.
Desde una perspectiva crítica, la alta rotación de personal genera costos millonarios para las empresas, desde el reclutamiento hasta la capacitación. Además, la persistencia de un liderazgo anticuado, que no logra conectar con la necesidad de autonomía, regulación emocional y afiliación (ARCA) que demandan los centennials y millennials, provoca la fuga de personal altamente capacitado, lo que disminuye la productividad y frena la innovación.
Los líderes que no se adapten a esta realidad corren el riesgo de ser irrelevantes. Se estima que para 2030, Millennials y Gen Z representarán el 75% de la fuerza laboral global. Si las empresas no logran crear entornos flexibles e inclusivos, seguirán perdiendo talento, impactando negativamente su competitividad y, por extensión, el potencial de crecimiento del PIB.






