La casa italiana Versace atraviesa una de las transformaciones más profundas desde la muerte de Gianni Versace en 1997. La reciente adquisición de la firma por parte del Grupo Prada, en una operación superior a los mil millones de dólares, ha desencadenado cambios inmediatos en la estructura creativa de la marca, empezando por la salida de su director creativo, Dario Vitale.
Vitale, exresponsable de diseño en Miu Miu, fue nombrado al frente de Versace en marzo de 2025, convirtiéndose en el primer director creativo ajeno a la familia fundadora. Su llegada coincidió con el anuncio de la venta al Grupo Prada pocas semanas después, lo que desde el inicio generó dudas sobre la duración de su mandato bajo la nueva propiedad. La firma confirmó que dejará el cargo el 12 de diciembre, tras apenas una colección completa en pasarela.
En términos de producto, la estrategia de Vitale apuntó a reposicionar Versace de manera más clara en el segmento de lujo, con una oferta que abarca desde cinturones cercanos a los 900 dólares hasta vestidos de alta gama por encima de los 26 mil dólares, confeccionados por encargo. Analistas consideraban que este reposicionamiento era el camino natural para recuperar valor de marca, después de que el anterior propietario, Capri Holdings, hubiera acercado la firma a un mercado más amplio de “alta gama”, diluyendo parte de su aura de exclusividad.
Sin embargo, el contexto financiero no acompañaba: mientras Miu Miu registraba fuertes crecimientos, Versace enfrentó una caída de 15 % en sus ventas y la primera colección primavera/verano 2026 recibió opiniones divididas. La ausencia de Donatella Versace en ese debut alimentó la percepción de una falta de sintonía interna. Aunque la casa habló de una decisión “mutua”, el relevo se interpreta como un ajuste rápido del Grupo Prada para alinear la visión creativa de la marca con su nuevo portafolio.
El movimiento abre de inmediato el tradicional “juego de sillas” en la moda de lujo. El Grupo Prada busca un nombre consolidado capaz de reposicionar Versace sin solaparse con Prada o Miu Miu. Las restricciones contractuales frenan opciones como Anthony Vaccarello (Saint Laurent) o Pieter Mulier (Alaïa), vinculados a grupos rivales como Kering y Richemont. Ante ese escenario, los reflectores apuntan a Olivier Rousteing: tras su salida de Balmain en octubre, su lenguaje visual y su capacidad para convertir desfiles en fenómenos culturales y digitales encajan con el imaginario Versace. También se menciona a Kim Jones, libre tras su salida de Dior y Fendi, aunque con un perfil percibido como menos cercano a la estética característica de la casa de la medusa.
Mientras se define el relevo, el equipo de diseño trabajará bajo la dirección del CEO Emmanuel Gintzburger, y Donatella Versace mantiene su papel como embajadora global de la marca, pieza clave para preservar su capital cultural. La elección del próximo director creativo no solo definirá el rumbo estilístico de Versace, sino también la forma en que el Grupo Prada gestionará la convivencia de tres grandes identidades italianas bajo un mismo paraguas corporativo.



