La adquisición de Versace por parte del Grupo Prada marca uno de los movimientos más relevantes del lujo italiano contemporáneo. La operación, valuada en 1.375 millones de dólares y culminada tras obtener autorizaciones regulatorias, incorpora a la histórica casa fundada por Gianni Versace a un conglomerado que ya controla Prada y Miu Miu. Este cambio de propiedad reconfigura el equilibrio competitivo frente a grupos multinacionales como LVMH, al tiempo que revela dinámicas internas del sector: la búsqueda de escala, la consolidación industrial y la recomposición creativa.
Para Capri Holdings, antiguo propietario, la venta representa una pérdida significativa respecto a la compra realizada en 2018 por 2 mil millones de dólares. La empresa estadounidense atraviesa un periodo de debilidad comercial, con descensos sostenidos en todas sus marcas y una caída del 15% en los ingresos anuales de Versace. La decisión de desprenderse de la firma se acentuó tras el bloqueo regulatorio a su fusión con Tapestry. Los recursos obtenidos serán destinados al pago de deuda, alineándose con su esfuerzo por estabilizar su balance.
Prada, en cambio, llega a esta adquisición en un ciclo de crecimiento constante: 19 trimestres consecutivos al alza y 4 mil millones de euros en ingresos entre enero y septiembre de 2025. La integración de Versace refuerza su estructura productiva italiana, incluyendo la incorporación a la planta de Scandicci y a su programa de formación artesanal. El grupo estima que la marca representará el 13% de sus ingresos proforma, aunque reconoce presión inicial en sus márgenes debido a la falta de rentabilidad actual de Versace.
En el plano creativo, la transición ha sido compleja. Donatella Versace dejó la dirección en marzo, manteniéndose como embajadora global. Su sucesor, Dario Vitale, presentó un debut de alto perfil en Milán, y salió de la casa el 12 de diciembre, en línea con los ajustes habituales tras un cambio de propietario. El relevo evidencia la importancia de definir una narrativa estética capaz de revitalizar a una firma cuyo giro hacia códigos minimalistas no logró recuperar su dinamismo comercial. La operación también tiene una dimensión simbólica. La coincidencia con el cumpleaños de Gianni Versace y los mensajes de reconocimiento entre ambas casas subrayan una visión compartida de continuidad patrimonial. En un mercado dominado por conglomerados globales, la alianza entre dos grupos de origen familiar plantea un modelo alternativo: uno que combina escala industrial con identidad cultural, y que podría influir en la configuración futura del lujo europeo.



