La líder opositora venezolana María Corina Machado realizó en Oslo su primera aparición pública en más de un año, tras permanecer en la clandestinidad dentro de Venezuela. La política viajó a la capital noruega para reunirse con su familia y participar en los actos vinculados al Premio Nobel de la Paz, que le fue concedido este año y recogido en su nombre por su hija, Ana Corina Sosa.
Aunque no llegó a tiempo para la ceremonia oficial, Machado salió de madrugada al balcón del Gran Hotel para saludar a un grupo de venezolanos que la esperaban entonando el himno nacional, “Gloria al Bravo Pueblo”. Minutos después bajó a la calle acompañada de su hija y de su madre, en un gesto leído como desafío directo al gobierno de Nicolás Maduro, que la mantiene bajo investigación y restricciones desde hace años.
La opositora dejó de aparecer en actos públicos tras denunciar fraude en las elecciones presidenciales de julio de 2024, en las que fue proclamado ganador Maduro. Junto con el candidato opositor Edmundo González, aseguró contar con 85 % de las actas de votación que, según su versión, prueban la victoria de la oposición, mientras el Consejo Nacional Electoral no ha mostrado las boletas que sustenten el resultado oficial.
En noviembre de 2024, la Fiscalía venezolana abrió una investigación contra Machado por traición a la patria, conspiración con países extranjeros y asociación para delinquir, delitos que podrían implicar penas de hasta 30 años de prisión. El fiscal general Tarek William Saab advirtió que, si abandonaba el país, sería considerada “fugitiva” y se buscaría su arresto en caso de retorno. La dirigente mantiene además una prohibición de salida de Venezuela desde 2014.
El valor simbólico de su presencia en Oslo se reforzó en el discurso de su hija durante la entrega del Nobel. Ana Corina Sosa agradeció al Comité Noruego en nombre de su madre y de “todo el pueblo de Venezuela”, subrayó que la lucha de Machado está motivada por los millones de venezolanos que han tenido que abandonar el país —Naciones Unidas calcula 7.9 millones de migrantes venezolanos en la última década— y aseguró que la líder opositora pretende regresar “muy pronto” a Venezuela.
Desde Caracas, las autoridades minimizaron el impacto del premio. La vicepresidenta Delcy Rodríguez calificó la ceremonia como un “velorio” y un “fracaso total”, mientras el ministro del Interior, Diosdado Cabello, tachó el galardón de “subasta”. Maduro destacó las protestas registradas en Oslo contra la concesión del Nobel a su rival.
El reconocimiento internacional a Machado llega en un contexto de tensión creciente entre Estados Unidos y Venezuela. El gobierno de Donald Trump ha ordenado un despliegue militar en el mar Caribe, autorizado ataques contra presuntas narcolanchas —que han dejado decenas de muertos— y anunciado la interceptación de un buque petrolero frente a las costas venezolanas, acción que Caracas calificó como “robo descarado y acto de piratería”. Washington reconoce a González Urrutia como líder legítimo del país y acusa a Maduro de encabezar un cartel de drogas, mientras el gobierno venezolano sostiene que el objetivo real es el control del petróleo. Machado, por su parte, ha respaldado la presión militar estadounidense como “medida necesaria” hacia una transición democrática.
La reaparición de la opositora en Oslo, bajo protección internacional y en torno al Nobel de la Paz, profundiza así la dimensión geopolítica de la crisis venezolana: consolida su figura como símbolo para parte de la oposición, aumenta el costo diplomático para el gobierno de Maduro y coloca de nuevo a Venezuela en el centro del debate global sobre autoritarismo, sanciones y vías de salida negociada a los conflictos internos.
