La economía mexicana enfrenta una creciente fragilidad debido a la desaceleración simultánea de las principales potencias económicas: Estados Unidos, China y la Unión Europea. Organismos internacionales como la OCDE, el FMI y Fitch han señalado que el bajo crecimiento en estas regiones está afectando negativamente a México, cuya economía depende en gran medida de las exportaciones y las inversiones extranjeras.
La reducción en la demanda global ha provocado una disminución en las exportaciones mexicanas, especialmente en sectores clave como el automotriz y el manufacturero. Además, la incertidumbre en los mercados internacionales ha llevado a una menor inversión extranjera directa, lo que limita las oportunidades de crecimiento y desarrollo económico en el país.
Los expertos advierten que, si bien México ha mostrado cierta resiliencia en el pasado, la actual coyuntura global representa un desafío significativo. Recomiendan implementar políticas económicas que fomenten la diversificación de mercados y fortalezcan el mercado interno para mitigar los efectos adversos de la desaceleración global.
En este contexto, es crucial que las autoridades mexicanas adopten medidas proactivas para estimular la economía, como incentivos fiscales, apoyo a las pequeñas y medianas empresas, y programas de inversión en infraestructura, con el objetivo de contrarrestar los impactos negativos provenientes del entorno internacional.