El peso mexicano consolidó su fortaleza al registrar su cuarta sesión consecutiva de ganancias frente al dólar. La cotización de la divisa se vio favorecida por una serie de factores externos, principalmente la distensión en el panorama político de Estados Unidos y una corrección generalizada del dólar a nivel global. El tipo de cambio cerró cerca de las 17.20 unidades por dólar, manteniendo su tendencia de apreciación.
El principal motor de esta racha positiva es la disminución de la aversión al riesgo generada por los avances en las negociaciones políticas en EE. UU. Un menor ruido político en el vecino del norte reduce la incertidumbre sobre la política comercial y las amenazas arancelarias, un riesgo que había estado pesando sobre la moneda mexicana.
Críticamente, el diferencial de tasas de interés sigue siendo el ancla del «súper peso». Con el Banco de México (Banxico) manteniendo una política monetaria restrictiva y tasas de interés elevadas (11.00%), el spread con la Reserva Federal de EE. UU. (Fed) continúa siendo atractivo para los inversores extranjeros que buscan altos rendimientos. Este fenómeno, conocido como carry trade, asegura un flujo constante de capitales hacia México.
Sin embargo, el riesgo persiste. La moneda mexicana sigue siendo altamente sensible a las declaraciones y políticas proteccionistas de EE. UU. y a la volatilidad del precio del petróleo. La estabilidad del peso a largo plazo dependerá de que la nueva administración mexicana mantenga la disciplina fiscal y la autonomía del Banco Central, elementos que sostienen la confianza de los inversores.







