El inicio de la COP30 en Belém, Brasil, sirve de plataforma para que América Latina impulse una ambiciosa agenda de rediseño de la economía global. El Manifiesto COP30, apoyado por el Movimiento B y diversos líderes regionales, posiciona la interdependencia entre los desafíos sociales, económicos y ambientales como la «nueva inteligencia económica». El mensaje es claro y crítico: ninguna empresa puede prosperar en una sociedad fracturada o en un planeta enfermo, lo que convierte la sostenibilidad no en una concesión ética, sino en una estrategia de resiliencia y resguardo financiero.
Desde una perspectiva de finanzas sostenibles, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha enfatizado la necesidad de instrumentos económicos innovadores y cooperación multilateral para una transición justa. La región, siendo una de las más vulnerables al cambio climático, requiere inversiones sostenibles en infraestructura resiliente, minerales críticos y bioeconomía. El debate en la COP30 se centrará en movilizar los billones de dólares necesarios para la financiación climática, un monto que actualmente está muy por debajo de las necesidades reales.
La posición de América Latina es doblemente crítica: por un lado, busca compensación efectiva por la preservación de sus bosques tropicales (como el Amazonas), proponiendo la creación de un fondo global para países que actúan como «sumideros» de carbono. Por otro lado, busca que el sector privado asuma su rol como agente de cambio, exigiendo marcos más estrictos de rendición de cuentas empresarial y financiación para el desarrollo sostenible.
La COP30, al celebrarse en la Amazonía, marca una oportunidad histórica para que la región transforme los compromisos climáticos globales en acción tangible y redefina los criterios de éxito empresarial: no solo ser las mejores del mundo, sino las mejores para el mundo.







