Pasar la Navidad en casa ya no es la única opción. Cada vez más personas aprovechan las fiestas para hacer una escapada corta, cambiar de clima, caminar entre luces y mercadillos y cerrar el año viajando. La selección de ciudades incluida en el archivo muestra cómo la temporada se ha convertido en un motor turístico global, con destinos que compiten por ofrecer decoraciones espectaculares, programación cultural y experiencias pensadas para familias, parejas o grupos de amigos.
El listado combina grandes capitales y ciudades pequeñas con personalidad propia. Washington celebra este año el centenario de la National Christmas Tree Lighting Ceremony, con el encendido del árbol del President’s Park y 58 árboles más en honor a los estados del país. Boston y Nueva York completan la postal navideña estadounidense con pistas de hielo, conciertos, escaparates temáticos y avenidas repletas de luces, mientras que Río de Janeiro propone una Navidad de clima cálido alrededor de un árbol flotante iluminado con millones de luces.
En Europa, la Navidad se vive como un producto cultural de alto valor turístico. Dresde presume uno de los mercados navideños más antiguos de Alemania; Tallín combina casco medieval amurallado, mercadillos y nieve frecuente; y Rovaniemi, en Laponia, se ha posicionado como “ciudad de Santa Claus” y destino ideal para viajar con niños, incluyendo la posibilidad de ver auroras boreales. Colmar, Estrasburgo, Viena o Praga refuerzan ese imaginario con centros históricos decorados, mercadillos, pistas de patinaje y una fuerte presencia de artesanía y gastronomía típica.
El archivo muestra también cómo las ciudades explotan la iluminación como reclamo central. Vigo se ha convertido en ejemplo extremo: más de 11.5 millones de luces distribuidas en 450 calles, miles de motivos decorativos, un árbol de más de 34 metros y una gran noria configuran un espectáculo que ya funciona como atractivo turístico en sí mismo. Madrid, por su parte, suma a sus tradicionales mercadillos —como el de la Plaza Mayor— rutas de luces, experiencias inmersivas, pistas de hielo y una agenda cultural que va de los mercados históricos a los musicales.
El fenómeno no se limita a Europa. Ciudad de México transforma el Zócalo en una “mini ciudad navideña” con luces, puestos y una gran pista de patinaje sobre hielo, mientras que otras capitales latinoamericanas aprovechan el clima cálido para ofrecer una Navidad distinta, más cercana al verano que al invierno europeo. En todos los casos se repiten elementos comunes: mercadillos con artesanía y gastronomía local, iluminación monumental, actividades para niños y propuestas de shopping ligadas a centros comerciales y mercados de antigüedades.
Más que una simple lista de destinos bonitos, el conjunto de ciudades retratadas dibuja una tendencia clara: la Navidad se consolida como temporada alta de viaje urbano. Entre villancicos, vino caliente, pistas de hielo y grandes montajes de luz, las urbes compiten por captar a un visitante que busca algo más que compras: quiere experiencias, fotos memorables y la sensación de vivir, al menos unos días, dentro de la postal navideña que tantas veces ha visto en películas y series.



