En su primer encuentro navideño con la Curia Romana, el papa León XIV marcó rumbo para su pontificado con un llamado directo: la Iglesia necesita una Curia “cada vez más misionera”, pensada para responder a los desafíos pastorales y sociales actuales, y no sólo para administrar la maquinaria interna del Vaticano.
El discurso se dio en la tradicional ceremonia de felicitación por la Navidad, en el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico. Antes de que el Papa tomara la palabra, el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, dirigió un mensaje en nombre de los cardenales en el que destacó la elección de León XIV, ocurrida el 8 de mayo, y los hitos de sus primeros meses de pontificado, aunque sin mencionar a Francisco, algo que ya había ocurrido en la misa previa al cónclave.
León XIV, de nacionalidad estadounidense y peruana, optó por subrayar la continuidad con su predecesor. Recordó la “voz profética” de Francisco, su estilo pastoral y el énfasis en la misericordia y la evangelización. Inspirado en la exhortación Evangelii gaudium, centró su mensaje en dos ejes: misión y comunión. La Iglesia, insistió, es por naturaleza abierta al mundo y llamada a salir de sí misma; las estructuras no deben frenar el impulso del Evangelio ni el dinamismo de la evangelización, tampoco en la Curia.
El Papa vinculó esa dimensión misionera con la necesidad de una comunión más real dentro del gobierno central de la Iglesia. Habló de “fantasmas de la división” que se esconden tras una aparente calma y que empujan a dos extremos: querer uniformarlo todo sin valorar las diferencias, o llevar al límite las discrepancias y puntos de vista, alimentando la polarización interna. En ese contexto, advirtió sobre el riesgo de caer en la “rigidez” y la “ideología”, así como en dinámicas marcadas por la búsqueda de poder, el afán de sobresalir y el cuidado de los intereses personales.
León XIV fue más allá y se preguntó abiertamente si todavía es posible la amistad dentro de la Curia. Valoró como signo positivo encontrar colegas en los que se pueda confiar, sin máscaras ni instrumentalización de las personas, y pidió una “conversión personal” que haga visibles relaciones fraternas auténticas. Sólo así, dijo, la Curia podrá ser signo creíble de una nueva humanidad basada en el amor mutuo y la solidaridad, en un mundo herido por la violencia, los conflictos y la fragmentación social y política.
Como gesto concreto, el Papa anunció la convocatoria de un consistorio extraordinario para los días 7 y 8 de enero, con la intención de reforzar la comunión entre el obispo de Roma y los cardenales. El encuentro se inscribe en un horizonte más amplio: hacer de la Curia un espacio que acompañe la misión de la Iglesia en todo el mundo y funcione como “fermento de fraternidad universal” entre pueblos, religiones y culturas, en lugar de limitarse a “cuidar el propio huerto”.
Desde una perspectiva internacional, el mensaje de León XIV apunta a una Iglesia que quiere mantener un papel relevante en la escena global, no sólo como referencia espiritual, sino como actor que intenta moderar tensiones y proponer puentes en un entorno marcado por la polarización política, la desconfianza institucional y el uso del odio como herramienta digital y electoral. El tono firme pero orientado a la reforma interna sugiere que el nuevo pontificado combinará continuidad con Francisco y un énfasis particular en la coherencia entre el discurso de fraternidad y el funcionamiento cotidiano del corazón administrativo del Vaticano.
