Por Verónica Chalita Montiel
El 25 de mayo, en Minneapolis, Minnesota, durante un arresto por un delito menor, un hombre afroamericano fue asesinado a manos de la policía local.
George Floyd compró algunos artículos en la tienda de conveniencia Cup Foods con dinero falso, y cuando los empleados se dieron cuenta, llamaron enseguida a la policía.
Los oficiales llegaron al punto, y localizaron al sospechoso al interior de una camioneta azul marca Mercedes; se acercaron, forcejearon brevemente, y finalmente Floyd no se resistió al arresto. Lo subieron a la patrulla, y minutos después, llegaron otros dos vehículos de refuerzo; uno de ellos, ocupado por los agentes Derek Chauvin y Thau Tao.
Ambos bajaron de la patrulla al detenido; Chauvin lo sometió, tirándolo al suelo y presionándole el cuello con su rodilla. “Por favor, por favor, por favor, no puedo respirar”, gritó Floyd. Decenas de testigos se enfrentaron a los dos policías, y les exigieron que lo soltaran. La víctima falleció y la autopsia determinó que fue a causa de asfixia mecánica, debido a la compresión de espalda y cuello. Derek Chauvin fue detenido y acusado de homicidio involuntario.
Este incidente desató una ola de manifestaciones y disturbios en contra del racismo y la brutalidad policial en Estados Unidos como no se veía desde los años 60.
El movimiento Black Lives Matter ha reaccionado con un contundente “ya basta”. “Nuestro dolor, nuestros llantos, y nuestra necesidad de ser vistos y oídos resuenan a través de todo el país”. Sin embargo, en estas protestas se han infiltrado anarquistas y supremacistas blancos, lo que ha intensificado la violencia.
Las ciudades donde se han registrado las mayores y más duras manifestaciones son Minneapolis, Nueva York, Washington DC y Los Ángeles. Específicamente, en Washington DC, se radicalizó la protesta a tal grado que el Servicio Secreto llevó al presidente Trump a un búnker y pidió apagar todas las luces exteriores de la Casa Blanca.
Miles de soldados de la Guardia Nacional fueron desplegados en 15 estados y se dispuso el toque de queda en varias ciudades.
Al sentirse amenazado en su seguridad y por las elecciones en puerta, Donald Trump anunció que, si gobernadores se niegan a tomar las medidas necesarias para defender la vida y la propiedad de sus residentes, invocará la Ley de la Insurrección, que permite el despliegue de fuerzas militares. “Vamos a reprimir muy, muy fuerte”, dijo Trump. “Lo haremos en Washington, haremos algo que la gente no ha visto antes… vamos a tener una dominación total”.
Por el contrario, algunos funcionarios del Pentágono y de Defensa han referido que hay leyes que prohíben que los militares desempeñen funciones policiales dentro de Estados Unidos.
Cabe señalar que en los últimos años han aumentado vigorosamente los ataques por prejuicios, así como los crímenes de odio contra la población negra en la Unión Americana (O Desunión, desde Trump).
Asimismo, la comunidad mayormente afectada por el Covid-19, tanto en salud como en economía, ha sido justamente la afroestadounidense, debido al tipo de actividades a las que se dedican en su mayoría, lo que trae consigo más frustración y enojo hacia el gobierno. Esto hace pensar que quizá las revueltas tengan una motivación multifactorial, desencadenada por el homicidio de George Floyd.
Para cerrar el círculo tenebroso de este contexto, Anonymus reveló “El libro negro de Jeffrey Epstein”, asegurando la existencia de una red de pederastas, comandada por familiares, colaboradores y empresas de Donald Trump. En un artículo pasado, habíamos comentado sobre el posicionamiento de QAnon respecto a este tema, en la que sus seguidores apuntan a los demócratas como iniciadores de esta secta y a Trump como un liberador de los niños secuestrados por los perversos.
La población de Estados Unidos vive una fuerte crisis social por el divisionismo de creencias e ideologías, alentado por su propio presidente, que parece retar, no solo a sus opositores sino también a sus gobernados inconformes. Trump no reculará, de persistir las protestas, arreciará sus posicionamientos, pues su base electoral espera que así sea.
Si Estados Unidos viera lo que está pasando en Estados Unidos, tal vez ya lo hubiera emplazado a restituir las garantías fundamentales y a dar atención a la violación de derechos humanos, o incluso… ya lo hubiera invadido.
Un comentario
Muy buen aporte. Gracias por compartirlo.