Niels Rosas Valdez

La reciente reunión entre el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, y otros funcionarios de la cancillería mexicana con el enviado especial de Estados Unidos de América (EUA) para el cambio climático (CC), John Kerry, ha traído mucha atención, sobre todo en el marco del rediseño de la relación bilateral, pero de igual manera con miras hacia la Conferencia del Cambio Climático de las Naciones Unidas, también conocida como COP26.
El CC, hace unas décadas puesto genuinamente en duda, se ha convertido en una amenaza existencial para la humanidad, compartiendo exclusivamente con las armas de destrucción masiva esta categoría. Por ello, en los últimos años se han canalizado múltiples esfuerzos por parte de gobiernos y entidades no estatales para aminorar los efectos que este fenómeno genera.
Ejemplos de estos esfuerzos, en el escenario estatal, son el Protocolo de Kyoto y, aún más reciente, el Acuerdo de París, mismo que prácticamente todo el globo ha firmado y ratificado (salvo excepciones como Irán, Libia, Siria y algunos otros). No obstante, para llegar a acuerdos y fortalecer los compromisos internacionales, la Organización de las Naciones Unidas también organiza conferencias en las que participan los líderes de los países, como la que justamente se tendrá a finales de este mes y principios de noviembre, denominada COP26.
Entre sus varios propósitos, COP26 busca que los líderes de los países reporten su progreso en el avance a la protección del medio ambiente y la mitigación del CC, evidenciando sus acciones, políticas y medidas que han tomado en sus respectivos territorios, como podrían ser iniciativas de reducción del dióxido de carbono, o la transición al uso de energías limpias y renovables, o una fecha límite para dejar de usar vehículos de combustión interna y emplear otros híbridos o eléctricos, como lo ha impulsado hace unos meses la Comisión Europea para los países del conglomerado europeo de 27 naciones.
Aquí se inserta la visita de Kerry a México. En el marco de la serie de altos diálogos que han tenido México y EUA en las recientes semanas para fortalecer la relación bilateral, el enviado especial del gobierno estadounidense para el CC ha aplaudido el programa Sembrando Vida de la actual administración. Esta política abarca, entre otros componentes, la reforestación para protección del medio ambiente, y ha enfocado su injerencia en el sur del país.
El programa ha sido interpretado como un éxito por Kerry, sobre todo al comprender que, a través de la cooperación bilateral de la CDMX y Washington, podría extenderse a Centroamérica, detonando la creación de alrededor de 1.3 millones de empleos, lo que aunaría a la política exterior de desarrollo integral de México, a la que otros países se han sumado.
El progreso del programa tendría como resultado mejorar las condiciones laborales de varios países centroamericanos, lo que mejoraría su bienestar social y, por ende, aminoraría la migración hacia México y EUA. Esto último aligeraría la presión al gobierno de Joe Biden y, de la misma manera, la dirigida al de Andrés Manuel López Obrador. El resultado exitoso de este programa, y de la cooperación internacional para el desarrollo, ofrecería un ganar-ganar-ganar para las partes involucradas.
No obstante, a pesar de este esfuerzo interesante que protegería el medio ambiente y brindaría un desarrollo, hay otras acciones del gobierno mexicano que apuntan evidentemente a otra dirección, como las obras insignia de la administración de López Obrador, es decir, el Tren maya y la refinería Dos Bocas. En conjunto, ambas obras permiten preservar el uso de energías contaminantes y no renovales, además de devastar el medio ambiente. Desde luego, no son el tipo de esfuerzos que COP26 y la comunidad internacional necesita para proteger el medio ambiente y mitigar el CC.