Han pasado relativamente pocos años desde que los seres humanos escuchamos por primera vez el término Blockchain y su más famoso referente: el Bitcoin. No obstante, ya es complicado entender los últimos avances tecnológicos sin tomar en cuenta estas palabras y los conceptos que implican. Desde el metaverso hasta los NFTs, estas tecnologías son las bases desde donde se construyen nuevas estructuras sociales, culturales, políticas y económicas. Cambiando así al mundo como lo conocemos.
Para explicarlo de manera sencilla, se puede decir que el Blockchain o “Cadena de bloques” permite que millones de computadoras alrededor de todo el mundo funcionen como un Ledger o “Libro Mayor”. Esta tecnología permite que todas las transacciones llevadas a cabo a través de estos sistemas se registren en cientos de miles de servidores conectados a internet, por lo que cada acción realizada se vuelve de dominio público. Lo anterior presagia excelentes noticias en el combate contra la opacidad de gobiernos y corporaciones.
Agregando a lo comentado, es imprescindible comentar que para falsificar, por ejemplo, un Bitcoin o una transacción, tendrías que hackear una cantidad absurda de dispositivos con billones de líneas de código encriptadas, instantáneamente. Hazaña que solo se podría lograr con tecnología que aún no existe.
Reflexionemos las aplicaciones que un sistema así podría generar en términos de gobernanza y transparencia, la revolución que ocasionaría en el funcionamiento de las Instituciones. Si resumimos burdamente el trabajo de Max Weber, se podría concluir que la eficiencia de cualquier burocracia —estatal o privada— depende de la capacidad profesional de sus recursos —generalmente humanos— para almacenar y capturar información en archivos. Esta tecnología permitiría disminuir el complemento humano en los procesos, logrando transparentar y eficientar las tareas, para así reducir al mínimo los tamaños de los aparatos burocráticos, sus márgenes de error, y más importante, la corrupción derivada de los mismos.
Se podrían simplificar procesos como aquellos involucrados en los Registros Públicos de la Propiedad y el Registro Civil. O en estos tiempos, visualicen el logro que representaría para las naciones alrededor del mundo un registro global de vacunación a través de Blockchain. Algunos países, por ejemplo, ya se han planteado el uso de esta tecnología para la organización y ejecución de elecciones, por lo que Blockchain también podría ser útil en términos de legitimidad, legalidad y transparencia democrática.
Imaginen el ahorro de recursos que representaría para un Estado. Se descartaría la necesidad de movilizar a miles de intermediarios que tienen acceso a las boletas electorales desde el traslado, resguardo y cómputo de las mismas, eliminando ventanas de oportunidad que permiten prácticas antidemocráticas como lo son la destrucción de urnas o “embarazo” de las mismas, entre otras. También sería una forma eficaz de garantizar los derechos de las personas, ya que sería prácticamente imposible alterar o destruir los votos ya emitidos. Todo esto sin dejar de mencionar que los resultados serían visibles de manera inmediata.
Este avance también ha permitido la creación, venta, compra e intercambio de criptomonedas y sus derivados, generando innumerables fortunas y permitiendo importantes avances en cuanto a inclusión financiera universal gracias la creación de un universo paralelo al mundo de la especulación bursátil que se encuentra al alcance de todas las personas con acceso a internet, sorteando así barreras culturales, técnicas, y socioeconómicas que anteriormente negaban el acceso a otras alternativas de ingresos a ciertos sectores sociales.
En conclusión, los usos y beneficios del Blockchain son incontables, y por lo mismo, también considero que nuestra comprensión sobre los mismos se encuentra limitada. Habiendo dicho lo anterior, me atrevo a afirmar sin temor a equivocarme que el nacimiento de la tecnología Blockchain representa el punto de inflexión que se necesitaba para terminar de afianzar una cuarta revolución industrial —que comenzó con la creación del Internet— que se encuentra sustentada en la digitalización, democratización y globalización de la información, las tecnologías, y sus usos. El futuro ya llegó, aprovechémoslo.