23 de diciembre de 2024 1:38 am
OPINIÓN

Menos odio, más amor: violencia contra la comunidad LGBTTTIQ+

Siendo las y los mexicanos una nación pluricultural, y la Ciudad de México una urbe cosmopolita, parece sorprendente el hecho de que erróneamente se siga entendiendo a la familia como la unión de un hombre con una mujer, y su descendencia...

AUDIO COLUMNA
Rodrigo Saval Pasquel

Aunque suene demente, en pleno 2022 y en —potencialmente— la ciudad más progresista del país en cuanto a derechos sociales y políticos, se ha vuelto cada vez más común escuchar casos de violencia en contra de miembros de la comunidad LGBTTTIQ+. Lo anterior me lleva a reflexionar si esto es consecuencia de la radicalización política, o si es resultado de un mayor acceso a la información como efecto de las redes sociales.

El 30 de diciembre, Andrés y Luis se dieron un beso en el parque de diversiones “Six Flags México”. Posteriormente al beso, fueron abordados por elementos de seguridad privada de la empresa con la intención de expulsarlos del lugar, pues una persona que se identificó como director del parque dijo que estaban prohibidas las muestras de afecto en las instalaciones. Ellos refutaron diciendo haber visto a parejas heterosexuales realizando actos similares sin consecuencia alguna, a lo que el encargado respondió que sus acciones infringían las reglas pues dañaban el “ambiente familiar”.

Siendo las y los mexicanos una nación pluricultural, y la Ciudad de México una urbe cosmopolita, parece sorprendente el hecho de que erróneamente se siga entendiendo a la familia como la unión de un hombre con una mujer, y su descendencia. En el contexto social actual, la familia dejó de ser tradicional y puede estar formada por un sinfín de combinaciones.

Generalmente se asume que la familia no tradicional es aquella exclusivamente formada por la relación entre personas de la comunidad LGBTTTIQ+, cuando en realidad, la familia deja de ser tradicional —social y religiosamente hablando— por ejemplo, cuando en una pareja heterosexual, existen relaciones de unión libre, o de personas divorciadas y vueltas a casar. Vaya, incluso la soltería se puede entender como un tipo de familia moderna. Por lo que el argumento sospechosamente suena como un acto de odio disfrazado por argumentos sesgados.

En otro caso, cerca del centro, una señora escupió y agredió a una pareja de mujeres mientras esperaban un helado bajo el argumento de que “le daban un mal ejemplo a su hijo”. En la taquería “El Vilsito” de la colonia Narvarte, también sorprendió un caso similar en el que un comensal atacó —aparentemente sin provocación alguna— a Andrés de Miguel y a sus acompañantes. Y el 16 de enero, la activista trans, Natalia Lane, sufrió un intento de transfeminicidio siendo acuchillada en la nuca, cara y otras partes del cuerpo.

En años recientes, se podría inferir que la violencia contra la comunidad LGBTTTIQ+ ha aumentado. Hemos sido testigos de declaraciones y acciones polémicas que promueven el odio a personas LGBTTTIQ+ por parte de políticas y políticos. Y aunque lo anterior ha incentivado la normalización del discurso de odio, también es importante notar que todos los casos mencionados se han vuelto virales en redes sociales.

Por lo mismo, tanto la visibilidad como la incentivación del odio podrían ser resultado directo de la democratización de la información que ha surgido como efecto colateral del acceso a las redes sociales —a su vez exponiendo que quizás algunos medios tradicionales decidían no difundir casos similares—.

Basándonos en la definición ofrecida por Carmen Lugo[1], parece correcto concluir explicando que la raíz de muchos de los problemas sociales que hoy vivimos —especialmente la violencia contra la comunidad LGBTTTIQ+— podrían derivarse del machismo. Es por eso que me atrevo a decir que llegó la hora de redefinir nuestros valores como sociedad, y de comenzar a promover e implementar de manera activa la tolerancia, la diversidad y las nuevas masculinidades como medios hacia una pacificación social. Y aunque quizás anteriormente no escuchábamos de tantos casos como los descritos, no significa que estos no ocurrieran. Por ello, esta columna está dedicada a Andrés y Luis, a las mujeres agredidas en el centro, Andrés de Miguel y sus acompañantes, Natalia Lane, y especialmente, a todas las personas LGBTTTIQ+ cuyos casos han sido ignorados, y sus voces silenciadas. Menos odio, más amor.


[1] LUGO, C. 1985. Machismo y violencia. Nueva Sociedad, julio-agosto (78), pp. 40-47

Compartir en:

Twitter
Facebook
LinkedIn
Telegram
WhatsApp
Email

Más Columnas de opinión

Noticias de interés

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *