23 de diciembre de 2024 5:19 am
OPINIÓN

Libros de grandes escritoras: Una habitación propia de Virginia Woolf

El influjo psicológico de sus textos era reflejo de su introspectivo análisis sobre su mente. En un momento histórico donde las mujeres que padecían trastornos bipolares eran consideradas como nostálgicas o histéricas, Woolf fue muy criticada por la prensa por sus cambios de humor...

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Cecilia González Michalak

Virginia Woolf (1882-1942) fue una autora británica que marcó a la literatura inglesa por su innovativa prosa, y a la sociedad por su crítica ante las diferencias sociales que vivían las mujeres en su época. Aunado a esto, su enigmática sensibilidad la convirtió en un personaje entrañable que permitió desmitificar como tema tabú la salud mental.

Woolf nació en una familia aristócrata que tenía una fuerte inclinación hacia el arte. Su padre fue novelista, historiador, ensayista, biógrafo y montañista, mientras que su madre trabajó de modelo para pintores prerrafaelitas. Aunque no fue a la escuela debido al modelo victoriano de que las mujeres debían ser educadas en casa –o ni siquiera ser tutoreadas–, su padre le enseñó todo lo que pudo, incluso su amor a la literatura.

Los efectos secundarios de haber leído a grandes autores como Marcel Proust, James Joyce, Dorothy Richardson, Katherine Mansfield y Henri James se hicieron notar en sus escritos, que revolucionaron la forma de escribir novelas, abandonando las tediosas descripciones físicas de sus personajes, pero profundizando sobre la conciencia y los motivos emocionales que movían las acciones de éstos. Antes de la Segunda Guerra Mundial, era considerada como una importante renovadora de la lengua inglesa y una autora modernista que se convirtió en una de los mejores escritores del siglo XX.

El influjo psicológico de sus textos era reflejo de su introspectivo análisis sobre su mente. En un momento histórico donde las mujeres que padecían trastornos bipolares eran consideradas como nostálgicas o histéricas, Woolf fue muy criticada por la prensa por sus cambios de humor. Empezó con crisis nerviosas cuando era muy joven que fueron fruto de la muerte de su padre por cáncer; a esto, además, se le sumó la depresión causada por los abusos sexuales que sufrió por uno de sus medios hermanos. Su salud mental fue un predicamento para ella ya que le impedía hacer lo que más amaba: escribir. Sintiéndose una paria y no pudiendo utilizar su talento, decidió acabar con su vida colocándose piedras en su abrigo y tirarse al río para callar todo el ruido acumulado en su cabeza.

Pero fue una grande. Gracias a ella tenemos increíbles obras como La Señora Dalloway, Al faro y Una habitación propia. Este último ensayo señalaba temas feministas como el acceso a una educación formal. Su premisa «una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas», se basaba en que éstas, independientemente de ser hijas de una familia rica o tener un esposo adinerado, eran pobres porque por su sexo no tenía el derecho de poseer nada. Ahora, dedicarse al arte, era imposible debido a carecer de dinero y de tiempo, cosa que impedía tener un personaje femenino como William Shakespeare.

Judith Shakespeare, una hermana ficticia del famoso dramaturgo, personifica aquí a las mujeres talentosas que fueron calladas por los mismos usos y costumbres de una sociedad a la que se consideraba moderna. Mientras que William podía tener aventuras, y vivir de sus obras, Judith no podía ni abrir un libro por tener que ocuparse de las tareas del hogar ni pensar en recorrer el mundo porque su vida tendía a ser la esposa de alguien, hasta perder toda su individualidad.

De igual forma, a través de un recuento de escritoras famosas, éstas, por más inteligentes que fuesen, siempre serían intelectualmente inferiores. Los hombres se permitían una vida de derechos y libertinajes, mientras que las mujeres, sólo por luchar por la equidad del voto, o por tener sentimientos por alguien del mismo sexo, era tontas, petulantes, alborotadoras y obsenas ante la sociedad.

A casi cien años de su primera publicación del 24 de octubre de 1929, este ensayo sigue siendo completamente vigente, no por nada se retomó como libro de cabecera desde los movimientos feministas de los años 70. Woolf insistía sobre la importancia de la educación y la precariedad de la posición social de la mujer, y aún se sufre de estos problemas con las inequidades de oportunidades escolares y laborales, y con el aumento de los feminicidios y fallos legales que no ayudan a las víctimas de violencia doméstica. ¿Será que necesita otro siglo para que su contenido sea caduco? Esperemos que no.

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