Por alguna razón, o quizás muchas, durante los últimos meses me ha resultado imposible dejar de pensar en las palabras de Carlos Fuentes “el pasado está escrito en la memoria y el futuro presente en el deseo”
A simple vista, podría parecer que no hay mucho que reflexionar; sin embargo, nuestro presente social y político me impulsa a creer que ese pequeño conjunto de palabras puede contener una realidad que hemos fallado en entender.
En más de una ocasión hemos escuchado la famosa frase que dice que “los mexicanos no tenemos memoria”, normalmente, en un contexto en el que asumimos que la mala acción de alguien quedará impune o, precisamente, olvidada en su presente y más aún, en su futuro. Debo reconocer que durante mucho tiempo yo compartí ese pensamiento; sin embargo, hoy pienso que puede tratarse de un error muy profundo.
Normalmente, cuando hacemos referencia al pasado, tendemos a viajar a un pasado lejano de años o inclusive siglos, pero, lo cierto es que, en muchas ocasiones, puede ser muy difícil distinguir el pasado del presente. Cada segundo recién respirado es un fiel representante de lo que fue, aunque a veces nos engañemos pensando que lo que recién fue, sigue siendo.
México es un país que se ha enfrentado a un profundo dolor tanto individual, como colectivo. A diario, millones de familias mexicanas despiertan con miedo, temor y pérdidas. Han sido años de lucha y sufrimiento para muchos y muchas. Decir que los mexicanos no tenemos memoria, bajo este contexto, sería decir que los mexicanos no tenemos pasado. No solo sería un error, sino un acto sumamente cruel, querer desaparecer todo el pesar con el que este país carga y ha cargado.
Actualmente, tenemos un gobierno que ha buscado que nuestra atención esté profundamente depositada en el “pasado”; un pasado bastante selectivo o, mejor dicho, seleccionado. Un pasado que niega el hecho de que, al referirnos al mismo, nos referimos al día de ayer, a la semana pasada y sí, también a todos los años que nos preceden.
Se trata de un gobierno que pretende mostrar el pasado reciente como sinónimo de presente y, a su vez, el presente como reflejo del deseo futuro; dejando de lado el hecho de que, a estas alturas, ese mismo gobierno ya se ha construido 4 años de pasado nada favorables. Cuatro años de violencia, pobreza y desigualdad.
¿Por qué esto es importante? Porque un gobierno que niega el pasado y que vive en el futuro, es un gobierno que está condenado a repetir los errores que, precisamente, no reconoce y, por ende, destruir su presente. Si el pasado de este gobierno fuera tan bueno como dice ser, entonces ya viviríamos los frutos de nuestro deseo; sin embargo, estoy segura, de que nadie vive en el México que tanto hemos soñado.
Un gobierno, cualquiera que sea, que busca mantener la atención en el pasado es, indiscutiblemente, un gobierno que utiliza precisamente la memoria de la ciudadanía para manipular a su favor y que se sabe incapaz de construir un futuro favorable.
Por supuesto que los mexicanos tenemos memoria, pero cuando el pasado y el presente son casi idénticos durante mucho tiempo, no es tarea fácil depositar el deseo en el lugar correcto.
Son las, no tan sutiles, acciones y palabras contenidas en un discurso de gobierno las que nos pueden demostrar su verdadero deseo futuro. Sin embargo, el deseo de un gobierno no tiene por qué convertirse en nuestra realidad. Estamos muy a tiempo de construir un deseo y esperanza de futuro que nos visibilice, un deseo de libertad, unión, participación y esfuerzo; nuestro deseo. Un deseo que no esté en manos de uno o una, sino en manos de todos. Debemos, hoy más que nunca, dedicarnos a reflexionar los pequeños detalles para, precisamente, cambiar el rumbo de nuestro país y exigir a los gobiernos futuros el presente que nos merecemos.
