Por Luis Manuel Garibay Berrones
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Desde la pandemia de Covid-19 hubo un aumento de los trastornos de ansiedad, estrés y depresión, que se nombró como “la otra pandemia” de los problemas de salud mental. En su momento se vinculó con la enorme incertidumbre sobre la forma en que se fue propagando el virus, las restricciones del confinamiento, la preocupación por los contagios, los cambios en la vida cotidiana, las finanzas, y todo eso que vivimos durante dos años.
En la consulta clínica he visto cómo la gente espera que los síntomas de estos trastornos pasen de la mano en que estas circunstancias van pasando también, y así como el coronavirus ya no tiene la categoría de pandemia, muchas personas quisieran en ello recuperar el bienestar emocional y ya no sentir efectos nocivos. Sin embargo estos no deben ser minimizados y para muestra cabe decir que las enfermedades mentales son discapacitantes. Se estima que para el 2030 la depresión sea la primera causa de discapacidad a nivel mundial y México no es la excepción. Tampoco debemos olvidar que la depresión es la única enfermedad que lleva a las personas al suicido.
De modo que este tema va más allá de la crisis sanitaria del 2020. Es una correlación de problemas sociales que afectan a nuestro país e inciden directamente en la salud mental: el aumento de la violencia familiar y de género, el desempleo y la migración, la corrupción y el narcotráfico, el alcoholismo y abuso de sustancias, la gravedad de la pobreza y los desastres naturales, la polarización política y la desintegración del tejido social… por mencionar los más acuciantes porque son factores cuya atención deberían de estar en las agendas de nuestros gobernantes y en nuestra conciencia a la hora de elegir candidata a la presidencia; y porque tienen tal impacto en la población mexicana que generan un estrés postraumático que intensifica los problemas de salud.
La escasez de recursos destinados a la salud pública y las limitaciones de sus instituciones dificulta atender la alta demanda de personas que no pueden pagar servicios privados, o no logran sostener su costo en tratamientos de mediano y largo plazo, quedando expuestas a servicios alternativos que no garantizan las normas de formación, certificación y licencia de quienes los brindan. Durante la pandemia fue gratificante ver el surgimiento de organizaciones sin fines de lucro, universidades, líneas de ayuda, grupos de apoyo y páginas web que ofrecían manuales y recomendaciones de salud, servicios gratuitos o de bajo costo. Sin embargo la tendencia suele ser la misma: grandes listas de espera para recibir la primera cita, mucho tiempo entre una cita y otra, personal cansado, cambios de administración que no velan por la continuidad en los tratamientos, etc.
En este punto constatamos un círculo vicioso: la falta de apoyo, de seguridad social y los problemas estructurales de nuestro país son factores estresantes y traumáticos que contribuyen a los problemas de salud mental, que a su vez debilitan aún más las conexiones interpersonales, la cohesión comunitaria y la capacidad para organizarnos y hacerles frente.
Si bien la tarea no es sencilla, no nos exime de asumir lo que sí está en nuestras manos: el autocuidado y el cuidado de los más vulnerables. Desde lo más básico del refrán “mente sana en cuerpo sano” como es: dormir bien, dieta balanceada, ejercicio regular, técnicas de respiración y relajación muscular. Hasta lograr buenos hábitos como: meditación y autoconocimiento, orar y diálogo interior, estar atento en el aquí y el ahora, tener rutinas con metas que den una orientación constructiva y equilibrada de vida, reconocer e influir sobre pensamientos y sentimientos pesimistas que nos quitan la paz, actuar con principios éticos tratándose a sí y a los demás con respeto y benevolencia, tener relaciones cercanas y significativas que brinden escucha, apoyo y cariño; trabajar por el bien común. Como bien dijo un paciente tras salir de una crisis de ataques de pánico: “aunque el mundo se esté volviendo loco, si yo descuido mi salud mental me pierdo y pierdo mi calidad de vida”.