Fernanda Álvarez Morphy
Internacionalista, interesada en el funcionamiento de la política e instituciones estadounidenses y apasionada de los deportes.
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Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se planteó crear una nueva y mejor versión de la fallida Liga de las Naciones, el retomar esta idea de un foro internacional donde todos tuvieran voz y voto para evitar una guerra nuevamente. Se creyó que a través de la cooperación internacional se podrían evitar conflictos armados de magnitud global, crear seguridad para todos ya que sería un jurado entre pares quien dictaminará juicio. Fue como en 1945 se creó la Organización de las Naciones Unidas y se formó la primera Asamblea General en 1946. Desde entonces, se han creado millones de comisiones, tratados, organismos complementarios, acciones a favor de la seguridad internacional, cambio climático, desarrollo, desarme; y podría seguir con una lista interminable de las cosas que la Naciones Unidas han acordado a lo largo de 80 años de existencia.
Sin embargo, es importante resaltar que se han acordado tomar acción, realmente no han hecho un cambio profundo o por lo menos el cambio que esperaban lograr. Entre el 22 y 25 de septiembre de este año, lideres de todo el mundo se han reunido en la sede de Nueva York para hablar de sus avances y crear nuevos acuerdos; una semana llena de negociaciones que nuevamente, en mi opinión, llevaran a promesas y palabras vacías. Siendo honestos, la ONU es un concepto utópico donde todos a pesar de nuestras diferencias e intereses podemos llegar a acuerdos mutuamente beneficiosos; donde los estados con menor poder y peso tienen la capacidad de hacer frente a las grandes potencias. En la realidad, esto no es posible ya que en su propia carta existen problemas que desequilibran el balance de poder y dan la última palabra a las superpotencias, es decir, nunca fue una organización que fuera a poder crear una verdadera arena justa para todos.
La Asamblea General que cada año se reúne, es un desfile de lideres mundiales quienes lo único que hacen es resaltar los pocos méritos que consideran como grandes victorias; y en años recientes seguir creando mayor polarización. Es el momento del año donde todos hacen gala de sus grandes planes para en un futuro tomar las acciones que habían acordado hacer hace mucho tiempo; mientras que el resto del año el piso de la Asamblea General no es más que todos viendo quien está de acuerdo con que. La primera falla para una Organización de las Naciones Unidas eficientes se encuentra aquí, donde el piso donde todos tienen una voz y voto igual solo está lleno de más recomendaciones y buenos deseos. Todo el peso para la verdadera acción y poder de esta organización se encuentra en el Consejo de Seguridad que está a la merced de Estados Unidos, Rusia, China, Francia e Inglaterra.
Fue este año donde el secretario general, Antonio Guterres, expresó de forma impecable las acciones sin medida de los jefes de estado y llamando a la situación mundial actual una de incertidumbre, inequidad e impunidad. Hoy, la lista de problemas a los que nos enfrentamos es casi tan larga como todas las promesas que se han hecho dentro de la Asamblea General. Si no se abandona esa sed de poder y conflictos de ego, la pregunta no será como podremos evitar las catástrofes, más bien será como podemos sobrevivirlas.