La región de Medio Oriente se encuentra nuevamente en un punto crítico de tensión, con la posibilidad de una guerra abierta entre Israel e Irán. Tras el ataque del martes, en el que Irán lanzó 180 misiles sobre territorio israelí, ambos países parecen estar en camino a una peligrosa confrontación. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, prometió que Irán «pagará un alto precio», y la respuesta militar de Israel parece inminente.
Israel, junto con su aliado Estados Unidos, ya está considerando diferentes opciones de represalia. Con el apoyo de la inteligencia israelí y satélites estadounidenses, los estrategas israelíes tienen una variedad de posibles objetivos en Irán. Estos incluyen bases militares, infraestructura económica clave, y hasta instalaciones nucleares, como Natanz y Bushehr, que podrían formar parte de una acción más agresiva para frenar el programa nuclear iraní.
Mientras tanto, Irán ha advertido que cualquier ataque por parte de Israel será respondido de manera «demoledora». Aunque su capacidad militar no es comparable con la de Israel, Irán dispone de una amplia red de misiles balísticos y drones, así como de milicias aliadas en países como Líbano, Siria y Yemen, que podrían causar importantes daños a Israel y sus aliados en la región.
El posible impacto de este conflicto va más allá de los dos países. Si Irán decide cerrar el estrecho de Ormuz o atacar bases estadounidenses en el Golfo, las consecuencias económicas podrían ser devastadoras a nivel global. Este es uno de los escenarios que tanto Washington como Tel Aviv deben tener en cuenta mientras evalúan los próximos pasos en esta peligrosa escalada.