A tan solo un mes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, las encuestas muestran una contienda sumamente ajustada entre la candidata demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump. Según los últimos estudios de opinión, Harris cuenta con un 49% de intención de voto, mientras que Trump tiene un 46%, una diferencia que se sitúa dentro del margen de error, dejando a ambos en un empate técnico.
En EE.UU., el presidente no se elige por voto popular directo, sino por el colegio electoral, lo que significa que más allá de quién reciba más votos a nivel nacional, lo crucial es ganar en los estados clave. Estos estados pendulares, donde el resultado es incierto, se convierten en el campo de batalla decisivo. Según las encuestas, la disputa se concentra en siete estados clave: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin, que en conjunto aportan 93 votos del colegio electoral.
En algunos de estos estados, Trump lleva la delantera, como en Carolina del Norte y Georgia, mientras que Harris domina en Pensilvania y Michigan. Sin embargo, las diferencias son mínimas, por lo que los expertos señalan que la estrategia final de ambos candidatos debe centrarse en movilizar a sus electores. A estas alturas, la persuasión ha cedido lugar a la participación: asegurar que sus simpatizantes acudan a las urnas será determinante para lograr la victoria.
Con temas como la economía, el derecho al aborto y la inmigración dominando la agenda, tanto Harris como Trump tienen que jugar sus últimas cartas en este tramo final. En un escenario tan reñido, el resultado podría depender de un pequeño grupo de indecisos en los estados pendulares.