12 de diciembre de 2024 4:38 am
OPINIÓN

PresidentA

Es tiempo de transformación y es tiempo de mujeres”, sentenció la presidentA ante el Congreso de la Unión, contradictorio porque dejó claro que es la segunda generación de la llamada 4T, por ello reprodujo lo dicho en los anuncios publicitarios del gobierno saliente...

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Primero de octubre de 2024, 11:25 horas, Claudia Sheinbaum Pardo, es primera mujer en asumir la titularidad del Poder Ejecutivo, desde que se conformó el Estado mexicano, en el año de 1821. Es la quinta presidentA emanada de un proceso democrático, organizado por un Instituto Electoral ciudadanizado. La sororidad previa y posterior a la toma de protesta con la que representantes de la política, academia, industria, finanzas y la sociedad, nacionales e internacionales, es unánime.

En su primer discurso agradeció la presencia de los 105 representantes de Estados nacionales y de 23 organismos internacionales, continúo esté recordando; que, 19 años atrás, en ese recinto se discutió y voto por la legislatura, lo que, a su dicho, fue un atropello dirigido a López Obrador, en ese entonces, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, a la libertad de este, a su lucha por la democracia, y un intento anticipado, de un fraude. La recién jurada PresidentA evocó las palabras que Andrés Manuel López Obrador, articuló en la comparecencia, de lo que ella denominó “juicio de desafuero”; “ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta, que ustedes y a mí, nos juzgue la historia”.

Con esta primera alusión de quién deja el máximo cargo público, mi mente se trasladó a ese momento, no fue un juicio de desafuero, sino el procedimiento para la declaración de procedencia, dispuesto en los artículos 25 a 29 de  la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos; tampoco fue una afrenta a la libertad, a la democracia y mucho menos un intento de fraude anticipado, como lo menciona la primera mujer que asume la presidencia de México. El origen de este procedimiento se encuentra en la expropiación en el año 2000, del predio El Encino, localizado en Cuajimalpa, una sucesión de desacatos e inicio de obras en el paraje en litigio, por el gobierno de López Obrador para propinar una vía alterna que diera acceso al Hospital ABC; no obstante, de las sentencias de amparo, suspensiones provisionales y definitivas, se mantuvo en desacato del gobierno del Distrito Federal y, las obras continuaron.

En septiembre de 2003, la sala segunda de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por unanimidad de votos, resolvió, dejar sin efectos, la resolución judicial, por la cual se ordenaba cesar los trabajos hechos en los predios expropiados de El Encino. No obstante, el 18 de mayo de 2004, la entonces Procuraduría General de la República continuó el proceso ante el Poder Legislativo para que se resolviera la existencia o no de elementos que justificaran la procedencia de retirar el fuero, al entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, por el desacato de distintas órdenes y sentencias judiciales federales, hasta aquí todo se trataba de algo, que a López Obrador, le cuesta mucho trabajo cumplir, la ley y los mandatos que está y las autoridades judiciales emiten, una vez analizada la legalidad del acto de autoridad.

En esta trama, sin duda, la política, las intrigas y los alineamientos partidarios, no dejaron de estar presentes, para crear narrativas ad hoc, que atiendan los intereses de los ideólogos encumbrados en mártires de la democracia, cuando en los hechos se trató de la consecuencia natural por el incumplimiento de un servidor público a los mandatos a los que se encuentra sujeto, y que asumiera la responsabilidad, por el deber incumplido o con defectos.

Que triste, que la primera mujer que hoy representa al Estado mexicano, iniciara su gobierno con un hecho tan inexacto; y, siguieron otros, que penoso; que se piense, que los mexicanos, no tenemos memoria, o, no conocemos nuestra historia, que peligroso, es pretender hacer historia “con otros datos”, porque, como hoy que existe una publicación en redes sociales que da cuenta de la realidad, ayer los periódicos, libros, videos, audios y testigos ciudadanos, dan cuenta de esa otra época en la que se construyó una alternancia política democrática y ciudadanizada.

“Es tiempo de transformación y es tiempo de mujeres”, sentenció la presidentA ante el Congreso de la Unión, contradictorio porque dejó claro que es la segunda generación de la llamada 4T, por ello reprodujo lo dicho en los anuncios publicitarios del gobierno saliente y el decálogo de López Obrador de lo que son los principios de esa su transformación. Su voz la ocupó para pedirnos a los mexicanos aceptar los hechos y datos inexactos, porque “a todas y todos les ha ido mejor”, aceptar es un acto de voluntad personal. Los protagonistas de la historia nacional, que enunció en su discurso, no aceptaron los hechos y datos de quienes detentaron el poder; ellos analizaron, cuestionaron, interpelaron y se revelaron ante los “mitos y engaños”, creados para mantener un pueblo aletargado, bajo la promesa de que basta estirar la mano para que esta se le llené de billetes.

Prosiguió su discurso, con esa voz chillona; y, en ocasiones entre cortada, para decir que las libertades, de expresión, prensa, reunión y movilización, son un principio democrático, que no reprimirá al pueblo, respetará los derechos humanos y nunca usará la fuerza del Estado, para reprimir al pueblo; porque “nosotros somos demócratas”. Al paralelo de que pronunciaba esas palabras, en las inmediaciones de Avenida Reforma, profesionales del Derecho, trabajadores del poder Judicial y ciudadanos, salieron una vez más para que su voz fuera escuchada, sus demandas atendidas, ante una reforma judicial regresiva, politizada y que no atiende las necesidades de la procuración e impartición de justicia, conclusiones a las que se arribaron nacional e internacionalmente por parte de expertos juristas, académicos, y ciudadanía organizada, no solo los integrantes del poder judicial federal como se pretende hacer creer.

La reforma judicial fue impulsada por el Ejecutivo saliente como parte de una vendetta, al ser declarado inconstitucional por el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el paquete de reformas conocido como “Plan B”, por no cumplir con el proceso legislativo previsto en la ley, no porque el contenido de este fuera violatorio. La reforma judicial se votó por un recién instalado Congreso, sin análisis y discusión, esos que se dicen demócratas, que fueron impuestos, por una retorcida interpretación de sobre-representación, para acaparar los espacios destinados a las minorías, no por el voto de 36 millones de mexicanos, como repiten sin parar, una mentira dicha mil veces no deja de ser mentira, pero aturde la razón.

No obstante, la denuncia hecha por las víctimas y sus pruebas, debemos aceptar que no se coaccionó el voto libre de diputados y senadores, que no hubo intercambios de votos por la desaparición de órdenes de aprehensión, bloqueos en cuentas bancarias y desapariciones y retenciones forzadas, porque es mejor aceptar que “a todas y todos les ha ido mejor” y tener presente la sentencia de la presidentA “cualquiera que diga que habrá autoritarismo, está mintiendo”.

La presindentA recordó que; “Durante mucho tiempo, las mujeres fuimos anuladas”; y, por eso respetuosamente pidió que se le nombre presidenta, con “A”, al final, porque “solo lo que se nombra, existe”, tiene razón. Me adhiero a su invitación, le diré con respeto presidentA, porque quiero, que a México le vaya bien, si eso necesario, para conozcamos a Claudia Sheinbaum Pardo, como una mujer con capacidad de decisión, liderazgo; y, sobre todo independiente,  que nombre las cosas como son, reconozca errores y aciertos en su gobierno, escuche y atienda las demandas de los mexicanos, y actúe en beneficio de los mexicanos, para no defraudar un pueblo que trabaja, se esfuerza y lucha por no ser anulado por mayorías sordas. Quiero conocer a esa mujer que cumpla su palabra, que trabaje para cumplir el mandato, es decir, la orden que el pueblo mexicano le encomendó y ella juró, cumplir la Constitución, la ley, que respete y vela que los derechos fundamentales de todos los que estamos en el territorio nacional y que estos sean garantizados; y, ejercerlos libremente; aun si esto implica, estar en contra de los intereses de su ideólogo paternalista, al que le dedico más del 65% de su discurso en enaltecer su nombre, a ese al que le envío besos y abrazos, y le agradeció el que ella este ahí.

PresidentA, no basta con ser la primera mujer, hay que ser la mejor.

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