La Iglesia católica y América Latina despiden al influyente teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, quien a sus 96 años deja un legado clave para la lucha social y espiritual en defensa de los pobres. Con su “teología de la liberación”, Gutiérrez planteó un enfoque novedoso que llamó a la Iglesia a apoyar activamente a los más desfavorecidos, abriendo paso a un movimiento que ha marcado la historia eclesiástica en el continente y en el mundo.
Gutiérrez, que comenzó su carrera como médico, fue también un ávido estudiante de filosofía y psicología. Durante sus estudios en Europa, tomó ideas del filósofo Karl Marx y de la Biblia, que moldearon su visión de una Iglesia comprometida con la justicia social. En 1969, su obra Hacia una teología de la liberación sentó las bases de un enfoque que buscaba empoderar a los pobres y cuestionar la estructura que perpetuaba su situación.
Su mensaje generó polémica en el Vaticano y en las esferas conservadoras de la política, al punto de ser acusado de “marxista” por figuras como el cardenal Ratzinger, quien posteriormente sería el Papa Benedicto XVI. Sin embargo, en años recientes, la figura de Gutiérrez ha sido reivindicada por el papa Francisco, quien elogió su labor al escribirle en su cumpleaños número 90.
Pese a las críticas iniciales, Gustavo Gutiérrez mantuvo su rol como sacerdote de barrio y continuó acercando su mensaje a la gente, hablando no solo de teología, sino también de arte, música y fútbol. Para sus seguidores, su vida estuvo guiada por la misma idea que defendía: el amor hacia los demás, el compromiso con la justicia, y el mensaje de que todos, incluso los pobres, merecen vivir en dignidad y paz.