James A. Robinson, uno de los laureados con el Premio Nobel de Economía 2024, expresó su preocupación por la actual gestión de los programas sociales en México. Durante su participación en el Encuentro Amafore 2024, Robinson señaló que la centralización y la discrecionalidad en la distribución de estos programas no favorecen la disminución de la pobreza ni promueven la movilidad social en el país.
Robinson destacó que, aunque México ha sido pionero en implementar programas de transferencias directas, como el programa Progresa durante el gobierno de Ernesto Zedillo, en la actualidad se observa una tendencia hacia la personalización y centralización de estas ayudas. Esta concentración de control en el gobierno central, según el economista, limita la efectividad de las políticas sociales y puede perpetuar las desigualdades existentes.
El académico enfatizó la importancia de la forma en que se implementan y estructuran los programas sociales. Más allá de los objetivos declarados, es crucial considerar cómo se institucionalizan las transferencias y cómo se distribuyen los recursos para garantizar su eficacia en la lucha contra la pobreza.
Robinson, coautor del libro «¿Por qué fracasan los países?», atribuye parte de la desigualdad en América Latina a las estructuras coloniales que establecieron jerarquías sociales y económicas basadas en la explotación. Estas instituciones históricas, según él, continúan influyendo en la sociedad actual, dificultando la movilidad social y el desarrollo económico equitativo.
El economista concluyó que para abordar eficazmente la pobreza y la desigualdad en México, es esencial revisar y reformar las estructuras institucionales que perpetúan estas condiciones. Una distribución más equitativa y menos centralizada de los recursos podría ser clave para fomentar una sociedad más justa y con mayores oportunidades para todos.