Alemania, otrora conocida como el “milagro económico europeo”, vive un momento de profunda transformación y declive. Según Wolfgang Münchau, autor del libro Kaput: el fin del milagro económico alemán, múltiples factores han erosionado la base que sostenía su éxito económico: desde la dependencia del gas ruso y las exportaciones a China, hasta la falta de inversión en digitalización y nuevas tecnologías.
El país, que lideraba la hiperglobalización como el principal exportador del mundo, hoy se enfrenta a una industria automotriz que ha perdido terreno frente a Tesla y competidores chinos en el sector eléctrico. Además, problemas estructurales, como una red de telecomunicaciones deficiente y la resistencia a modernizarse, han limitado su capacidad de competir en la era digital.
Según Münchau, muchas de estas decisiones erradas se tomaron durante el mandato de Angela Merkel, quien priorizó la política exterior sobre las reformas internas necesarias. La falta de diversificación económica y una política energética inconsistente han acentuado el problema, dejando a Alemania en una posición de fragilidad frente a crisis globales como la invasión de Ucrania y los cambios geopolíticos.
El declive alemán también afecta al resto de Europa. Como principal economía de la zona euro, su estancamiento significa menos capacidad para sostener los presupuestos de la Unión Europea o apoyar iniciativas como la financiación de la guerra en Ucrania. Sin un reemplazo claro como motor económico europeo, el impacto se sentirá en todo el continente.
La pregunta ahora es si Alemania, históricamente resiliente, logrará adaptarse a este nuevo escenario global o si su era dorada ha llegado a su fin.