27 de enero de 2025 11:06 am
OPINIÓN

Mano dura gringa, ¿mano tibia mexicana? | Coyuntura económica y algo más

El impacto económico de estas políticas no se limita a las finanzas públicas. La inseguridad y la percepción de riesgo afectan directamente la creación de negocios y la atracción de inversiones…

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Los que juegan al valiente sin plan, terminan enfrentando al toro con una servilleta…

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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca no solo marca una continuidad en sus promesas de campaña, sino que también da paso a acciones concretas que ponen a México en una encrucijada económica y política. Como era de esperarse, el lunes 20, Trump firmó una serie de decretos que pueden tener repercusiones importantes para nuestro país. Destaco dos en particular: la declaratoria de los cárteles como organizaciones terroristas y las nuevas políticas migratorias que prometen un incremento en las deportaciones.

Si bien algunas voces celebran lo relacionado con los cárteles como una posible solución a la inseguridad en México, hay otras voces que plantean interrogantes serias. Para empezar, la declaratoria de los cárteles como organizaciones terroristas podría abrir la puerta a intervenciones extranjeras, desde investigaciones de inteligencia hasta operativos militares. Aunque esta medida no autoriza explícitamente la presencia de militares estadounidenses en territorio nacional, genera incertidumbre sobre posibles acciones futuras. Por otro lado, las sanciones financieras y el congelamiento de activos podrían impactar a las comunidades donde estas organizaciones tienen influencia, complicando aún más el panorama económico y social.

En cuanto las nuevas políticas migratorias, hay que verlas también como un desafío. El eventual regreso masivo de connacionales, junto con la llegada de migrantes de otras nacionalidades, supondrá una presión adicional sobre los recursos públicos. El gobierno federal tendrá que destinar más recursos para garantizar servicios básicos, lo que podría traducirse en mayores niveles de endeudamiento o un incremento en la recaudación fiscal. Ambos escenarios, son complicados en un contexto económico ya debilitado y poco deseables por la actual administración.

El impacto económico de estas políticas no se limita a las finanzas públicas. La inseguridad y la percepción de riesgo afectan directamente la creación de negocios y la atracción de inversiones. En algunas regiones del país, el miedo a la violencia ya limita las actividades económicas diarias, reduciendo la producción y el consumo. A nivel macroeconómico, esto significa un menor crecimiento y, por ende, menos oportunidades de desarrollo.

Además, está el tema de las remesas, una de las principales fuentes de ingresos para muchas familias mexicanas. Las deportaciones masivas podrían reducir significativamente este flujo de recursos, dejando a numerosas comunidades en una situación aún más precaria.

A esto se suma la posibilidad de nuevos aranceles del 25% que Trump planea imponer a México y Canadá a partir del próximo mes. Esta medida podría desatar una escalada de precios, afectando la competitividad de nuestras exportaciones y profundizando la incertidumbre económica. Si consideramos que buena parte de nuestra economía depende del comercio con Estados Unidos, el panorama no es alentador.

Por supuesto, la respuesta del gobierno mexicano no se hizo esperar. La actual moradora de Palacio decidió responder de manera frontal al «bully» norteamericano. Mientras algunos celebran esta postura como una muestra de fortaleza, otros advierten sobre los riesgos de caer en una confrontación directa con un vecino mucho más poderoso. En una comparación de fortalezas entre los gobiernos de Trump y la 4T, las diferencias son abismales, y la estrategia de enfrentamiento podría resultar contraproducente.

La «cartita a Santa Claus» presentada por el gobierno mexicano, conocida como Plan México, que supuestamente incluye más de 2000 proyectos productivos, podría quedar en una mera utopía si no se logran acuerdos que beneficien a ambas naciones. Los próximos meses serán una prueba de fuego para la 4T, que deberá demostrar su capacidad para negociar en un entorno hostil.

Finalmente, queda una reflexión: el mayor enemigo de la 4T podría ser ella misma. Si el gobierno no toma decisiones firmes y bien fundamentadas, el costo para el país podría ser demasiado alto. En este contexto, más que nunca, es crucial que prevalezca la estrategia sobre la improvisación y que las prioridades nacionales se enfoquen en el desarrollo y la competitividad económica, con ocurrencias y enfrentamientos sin sentido, jamás llegaremos a ser la economía número 10 del mundo.

Así, así el segundo piso de la transformación de cuarta.

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