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Mauricio Rabago Palafox
Periodista cultural y crítico musical, con más de 40 años de experiencia en pedagogía y participación en medios como televisión, radio y prensa.
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Sin haber estudiado música, sin saber tocar realmente la guitarra o el piano, sin saber escribir ni leer las partituras, José Alfredo Jiménez es el autor de cerca de trescientas canciones emblemáticas mexicanas: huapangos, canción ranchera, corridos, etc. Y no solo la música es inolvidable, lo es más la letra.
Nació en Dolores Hidalgo, Guanajuato, el 19 de enero de 1926, y falleció el 23 de noviembre de 1973 en la Ciudad de México. Además de ser letrista y compositor de sus canciones, fue un intérprete sin igual. Siempre he pensado que él mismo es el mejor intérprete de sus canciones.
Fue también futbolista (jugó como portero en el Oviedo y en el Marte) y actuó en cerca de 25 películas, y en casi todas cantaba sus canciones. Todo esto a lo largo de su breve existencia de tan solo 47 años. Falleció debido a una cirrosis hepática.
Los versos de sus canciones contienen frases que se han convertido en parte del subconsciente colectivo del mexicano, como, por ejemplo: «Tómate esta botella conmigo y en el último trago nos vamos.» «Nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores.» «También me dijo un arriero, que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar.» «Pero el día en que yo me muera sé que tendrás que llorar.» «¿Cuánto me debía el destino que contigo me pagó?» «La vida no vale nada» «Yo pa’ arriba volteo muy poco, tu pa’ abajo no sabes mirar.» «Que me sirvan de una vez pa’ todo el año»
La música de las canciones de José Alfredo es sencilla, sin pretensiones de innovar o evolucionar el género, pero son espontáneas y tremendamente efectivas. Alguien dijo alguna vez que en realidad no son canciones rancheras, pues no hablan del rancho ni del entorno campesino, y es verdad. La inmensa mayoría hablan de situaciones urbanas o del amor, la pérdida del amor, o estuvieron compuestas con motivo de una situación específica, por ejemplo, “El corrido del caballo blanco” se refiere a un auto que era de José Alfredo y con el que hizo el recorrido que se describe durante la canción.
La figura de José Alfredo Jiménez es un testimonio de la poderosa conexión entre la música y la vida. Sus canciones, que han sido interpretadas por innumerables artistas, siguen siendo una parte integral de la cultura mexicana. Su legado es un recordatorio de que la verdadera grandeza de un artista radica en su capacidad para conectar con las emociones y experiencias de los demás. José Alfredo Jiménez es, sin duda, uno de los más grandes compositores e intérpretes de la música mexicana, y su obra seguirá siendo una fuente de inspiración y disfrute para siempre.