
Michelle Bermúdez Betancourt
Comunicadora política especializada en democracia y derechos humanos, apasionada por la escritura y la música clásica.
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Desafortunadamente, en este país, las cifras exorbitantes cuando se trata de vidas perdidas a causa del crimen organizado no son novedad.
Durante años hemos escuchado de manera constante a los distintos gobiernos, de manera muy particular al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, presumir la supuesta disminución de inseguridad en el país. Aunado a ello, hemos presenciado discursos que consisten, en pocas palabras, en lo siguiente: “en mi gobierno ha habido homicidios, pero en el anterior hubo más” o “en mi gobierno ha habido homicidios, pero es culpa del gobierno anterior”
Incorrecta, y quizás inconscientemente, hemos normalizado este tipo de respuestas, así como una realidad de constante e incesante inseguridad. En un mundo que se rige por números en más de un sentido, a veces nos resulta difícil darnos cuenta de lo que hay detrás de cada cifra.
En este tema de manera muy específica, resulta no solo extremadamente dañino y preocupante, sino que es verdaderamente grave que nos permitamos perder el eje de lo que está realmente pasando.
Vivimos en una realidad en la que en más de una ocasión los medios, la ciudadanía y el propio gobierno han olvidado que detrás de cada número de muertes, número grande o pequeño, hay un nombre, un alma, una vida que debía ser y no fue, y cientos de familiares que lloran la muerte de sus seres queridos, esto en caso de que se les haga saber que sus familiares murieron, puesto que a la fecha, en nuestro país aún son miles las familias que desconocen el paradero de sus hijas e hijos; desconocen si están con vida, si fueron reclutados por el crimen, si fueron secuestrados, etc. Desafortunadamente, la lista es larga.
La corrupción, impunidad, falta de eficiencia, falta de sentido común y, ciertamente, la falta de voluntad política, en más de un sentido, han mantenido al país sumergido en un mar de sangre e incertidumbre. No estoy hablando ni de un gobierno ni de un partido en específico.
La historia tiene la característica de escribirse sola y pulirse con el don de la perspectiva que se va ganando con los años. La historia es importante; sin embargo, esa historia se continuará escribiendo con el tiempo y analizando con la participación y vivencia de todos y todas.
El momento presente, es el momento de preguntarnos si lo que nos debería de ocupar es realmente reflexionar únicamente la historia, o en lugar de ello, proporcionar y construir soluciones a esta realidad.
Mientras miles de personas continúan culpando a un gobierno u otro en redes sociales cuando una desafortunada noticia, que es algo que sucede diario, se difunde, nuestros gobiernos continúan sin darnos una respuesta clara y contundente de cómo solucionar este problema. Esa energía de participación que la ciudadanía utiliza para ver “quién fue peor” debería ser utilizada para exigir de manera constante y rotunda al gobierno de hoy que haga lo que le corresponde.
No es posible, simplemente es inaceptable que sigamos amaneciendo con cifras cada vez más altas de homicidios y desaparecidos, que sigan apareciendo fosas clandestinas, que muchos de los hallazgos e investigaciones se tengan que hacer a través de la ciudadanía organizada porque el gobierno simple y sencillamente no lo hace.
Hoy se vive una guerra y millones de mexicanos y mexicanas viven en un infierno. Hemos sido testigos de miles de actos atroces ¿Qué más tiene que pasar para que entendamos que esto necesita de una solución? ¿Qué más tiene que pasar para que comprendamos el sufrimiento y realidad que hay detrás de cada cifra?
El momento de actuar es hoy. Y siempre tenemos que recordar que los problemas del presente, le corresponden al gobierno del presente, sea cual sea su color y su ideología.
Una vez más, los actos de gobierno y las políticas siempre tienen dos caras de la moneda y un impacto más profundo de lo que parece. Te invito a que juntos continuemos este análisis dual.