Guerra arancelaria golpea a Nike, Gap y otras marcas de moda de EE.UU.

Los nuevos aranceles de Trump a productos asiáticos encarecen ropa y calzado, y ponen en jaque el modelo global de manufactura.

Las principales marcas estadounidenses de moda como Nike, Gap, Levi’s y Victoria’s Secret enfrentan un escenario complejo tras la reactivación de la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China. El nuevo paquete de tarifas impulsado por el presidente Donald Trump afecta directamente al modelo de manufactura global del sector, y anticipa un aumento generalizado en los precios al consumidor final.

Estados Unidos importa el 97% de su ropa y calzado, gran parte desde Asia. Aunque muchas compañías han diversificado su producción fuera de China, hacia países como Vietnam, Camboya o Bangladesh, estas naciones también fueron alcanzadas por los aranceles. La tarifa a productos chinos se fijó en 145%, mientras que Vietnam y Camboya enfrentan tasas del 46% y 49%, respectivamente.

La consecuencia es clara: prendas básicas como camisetas, sneakers o jeans serán más costosas. Según la industria, unos tenis de $155 dólares fabricados en Vietnam podrían llegar a costar $220. Este impacto se sentirá especialmente en la temporada de regreso a clases, una de las más importantes para el comercio minorista en EE.UU.

Empresas como Steve Madden ya comenzaron a reducir sus importaciones chinas hasta en 45%, desarrollando nuevas capacidades en países como México y Brasil. Otras firmas, como Levi’s y Under Armour, están intentando reconfigurar sus cadenas de suministro, pero advierten que los aranceles podrían afectar sus márgenes de ganancia y forzar incrementos “quirúrgicos” en precios.

Por su parte, Victoria’s Secret depende de más de 60 fábricas en Asia para su producción, mientras que Under Armour concentra su producción textil en China, Vietnam y Taiwán. Aunque algunas empresas ya han adelantado inventario o buscan recortar costos, los aranceles ya son considerados un factor de riesgo clave para su negocio.

Finalmente, aunque se ha hablado de una posible relocalización de la manufactura hacia Estados Unidos, expertos advierten que el país carece de infraestructura y proveedores suficientes para producir ropa y calzado a gran escala. Además, el costo laboral y la falta de insumos lo hacen inviable en el corto plazo. Así, la etiqueta “Made in USA” sigue siendo más aspiracional que real, mientras los consumidores ya empiezan a sentir el golpe en sus bolsillos.

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