5 de julio de 2025 1:55 pm
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El Vaticano, una potencia global sin ejército ni riqueza

Aunque el Vaticano no tiene ejército ni economía potente, ejerce una influencia desproporcionada en la política y diplomacia internacional a través del poder blando y su red global.

Con apenas 44 hectáreas y menos de mil habitantes, el Vaticano podría parecer irrelevante en el tablero de la política internacional. Sin embargo, este enclave religioso ha sido, y sigue siendo, uno de los actores más influyentes del mundo. A través de la figura del Papa y de la vasta red de relaciones diplomáticas que mantiene la Santa Sede —con más de 180 países—, el Vaticano representa un modelo único de poder blando y proyección global.

Este fenómeno no es nuevo, pero se ha revitalizado bajo el pontificado de Francisco. Su estilo directo, pastoral y global le ha permitido al Vaticano posicionarse como interlocutor en conflictos regionales (como en Venezuela o Ucrania), mediador entre potencias históricamente enfrentadas (como Estados Unidos y Cuba) y actor relevante en debates globales sobre medio ambiente, migración, pobreza, inteligencia artificial o derechos humanos. De hecho, Francisco ha sido una de las pocas figuras morales con capacidad de crítica transversal, desde la defensa del Amazonas hasta la condena de los abusos financieros en Europa.

El Papa no solo es líder espiritual de más de 1,300 millones de católicos, sino jefe de Estado con voz en organismos internacionales. La Santa Sede tiene estatus de observador permanente en Naciones Unidas, participa activamente en cumbres multilaterales y mantiene nuncios —su equivalente diplomático— en los cinco continentes. Este entramado le da un alcance que va más allá del número de fieles o del poder económico.

A diferencia de los estados tradicionales, el Vaticano no interviene con sanciones, ejércitos o presión comercial, sino con principios, declaraciones, símbolos y presencia estratégica. Sus documentos influyen en políticas públicas, su voz es escuchada en cumbres del G7 y sus gestos —como besar los pies de líderes enfrentados o visitar zonas de guerra— tienen impacto mediático global. En suma, el Vaticano es un actor geopolítico que combina el arte de la diplomacia con el peso de la tradición religiosa.

En un mundo cada vez más polarizado, donde los liderazgos políticos sufren crisis de legitimidad, la Santa Sede conserva un espacio privilegiado de influencia. No sin críticas ni contradicciones, pero con una resiliencia diplomática que pocos estados pueden presumir.

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