El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió interrumpir su participación en la cumbre del G7 en Kananaskis, Alberta (Canadá), y regresar a Washington la noche del lunes, ante la escalada de tensiones entre Israel e Irán
La cumbre, programada para desarrollarse del 16 al 17 de junio, se convirtió de inmediato en un escenario dominado por el conflicto en Medio Oriente. Tanto Trump como otros líderes cancelaron parte de la agenda original para atender “asuntos de seguridad nacional” relacionados con recientes bombardeos y represalias entre Teherán y Tel Aviv .
Según la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, “la situación en el Medio Oriente” obligó a Trump a volver antes de lo planeado, después de la cena de trabajo con los jefes de Estado. Mientras tanto, el mandatario emitió una alerta urgente para la evacuación de civiles en Teherán, intensificando la sensación de crisis .
En Canadá, el primer ministro anfitrión, Mark Carney, explicó que el mundo enfrentaba “uno de esos momentos históricos”, y varios líderes —como Emmanuel Macron, Keir Starmer y Friedrich Merz— se enfocaron en frenar una salida de escala del conflicto.
La inesperada salida de Trump no fue el único gesto de tensión. Se negó a respaldar un comunicado conjunto en donde se urge a la desescalada entre Israel e Irán, distanciándose de la postura mayoritaria del grupo.
A pesar de su partida anticipada, el presidente tuvo tiempo de cerrar un acuerdo comercial con el primer ministro británico, Keir Starmer, en un gesto que evidenció el doble enfoque de su administración: proteger intereses globales mientras promueve su agenda económica .
Con la salida de Trump, los mandatarios restantes enfrentan el reto de reconstruir la unidad del grupo y definir una posición común frente al conflicto. El objetivo es evitar que la crisis en Medio Oriente eclipse otros temas estratégicos, como inteligencia artificial, cambio climático y comercio global.
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