19 de junio de 2025 7:38 am
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OPINIÓN

Mundial de clubes: fútbol sin pausa, fútbol sin sentido

Hay que decirlo: la idea no es mala. De hecho, tiene algo de fascinante. Ver enfrentamientos inéditos entre equipos de diferentes continentes, descubrir historias poco conocidas, como la de los jugadores del Auckland City...

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Autor: Héctor García Rivera

El nuevo mundial de clubes ha comenzado y es lo que todos esperábamos, un cero a la izquierda debido a la poca planeación, falta de interés y bajo nivel de los clubes invitados. Por más que FIFA se esfuerce en vestirlo de gala, el nuevo Mundial de Clubes no ha conseguido lo más importante: interesarle al público. Y es que, a pesar del desfile de estrellas, el nuevo formato con 32 equipos, múltiples sedes en Estados Unidos y una duración de un mes entero, simplemente no conecta con la gente, ni con los propios protagonistas: los jugadores.

Desde su concepción, este torneo se siente más como una excusa comercial que como una celebración del fútbol. La planificación ha sido precaria y hasta caótica. Se le impone a los clubes y futbolistas un calendario extenuante que no da tregua: los jugadores acaban sus ligas y copas nacionales, muchos llegan fundidos de la Eurocopa y en lugar de un merecido descanso, son obligados a competir en un torneo que nadie pidió.

Lo más preocupante es que ni siquiera hay un clamor popular que lo respalde. ¿Quién está viendo estos partidos? Las gradas vacías en varios estadios y el desinterés en redes sociales lo deja claro: el aficionado promedio no siente este Mundial como algo relevante. No hay rivalidades históricas ni tensión deportiva, solo partidos dispersos con poco contexto competitivo.

Hay que decirlo: la idea no es mala. De hecho, tiene algo de fascinante. Ver enfrentamientos inéditos entre equipos de diferentes continentes, descubrir historias poco conocidas, como la de los jugadores del Auckland City, que compaginan su pasión por el fútbol con trabajos como profesores, electricistas, empleados de oficina, y presenciar partidos que jamás habríamos imaginado en un escenario global, tiene un enorme valor cultural y deportivo. Este tipo de propuestas pueden enriquecer al fútbol y abrirlo a nuevas audiencias. El problema no es la intención, sino la ejecución apresurada y llena de errores, que termina empañando una idea que, con más cuidado y visión a largo plazo, podría haber sido verdaderamente revolucionaria.

FIFA ha intentado convertir esto en un mini Mundial de selecciones, pero se le olvida que los clubes no arrastran la misma pasión en escenarios neutrales y artificiales. Muchos de los equipos clasificados, además, lo hicieron por logros conseguidos hace años. ¿Qué sentido tiene ver a un Chelsea clasificado por su Champions del 2021, cuando hoy no es ni protagonista en Inglaterra?

Tampoco es menor la crítica de las propias ligas. Javier Tebas, presidente de LaLiga, ya ha alzado la voz. Y tiene razón: este experimento pone en riesgo la salud física y mental de los jugadores, que ya viven al límite. ¿Cuál es el plan? ¿Forzar más partidos en menos tiempo, sin pensar en el desgaste ni en la calidad del espectáculo?

El fútbol, como cualquier otro deporte, necesita tiempos de pausa. La sobreexplotación mata la emoción. Y si además no hay una narrativa clara ni un premio que verdaderamente importe, el torneo se vuelve una carga más, tanto para clubes como para audiencias.

¿De verdad necesitamos este Mundial de Clubes? No. Lo que necesitamos es más respeto por el calendario, por la esencia del juego, y por quienes lo hacen posible dentro de la cancha. Si FIFA no escucha, lo terminará pagando caro. Porque si un torneo empieza sin alma y sin audiencia, lo más probable es que también termine así.

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