La seguridad digital de Estados Unidos recibió un golpe irónico y preocupante: Tulsi Gabbard, actual directora de Inteligencia Nacional y supervisora de agencias como la CIA y la NSA, fue víctima de un hackeo debido al uso de contraseñas débiles y repetidas. El caso expone una contradicción alarmante entre la posición de poder que ocupa y la negligencia en prácticas mínimas de protección digital.
La filtración provino de brechas de datos ocurridas entre 2012 y 2019, que revelaron que Gabbard utilizaba la misma contraseña en múltiples plataformas como Gmail, Dropbox y LinkedIn. Lo más delicado es que estas cuentas datan de cuando aún tenía acceso a información clasificada del Congreso estadounidense, lo que eleva el riesgo de una vulneración crítica de seguridad nacional.
El caso también desató controversia por una conversación clasificada en Signal que Gabbard sostuvo con altos mandos militares, y que fue filtrada accidentalmente al incluir por error al editor de The Atlantic. Este incidente evidencia una cadena de fallos humanos que ni la alta jerarquía parece evitar.
Especialistas señalan que tecnologías como la autenticación de dos factores (2FA) o las passkeys, basadas en datos biométricos o códigos PIN únicos, pudieron haber evitado este desastre. El hecho de que una funcionaria que gana cerca de 3.9 millones de pesos al año ignore estas herramientas plantea preguntas incómodas sobre los estándares de ciberseguridad en los niveles más altos del gobierno.