30 de julio de 2025 2:00 am
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OPINIÓN

El barril sin fondo que hunde a México

Según Hacienda, la intención es mejorar la liquidez de la empresa, optimizar el perfil de vencimiento de su deuda, reducir pasivos y costos financieros, y —como no podía faltar— contribuir a la “seguridad energética” y...

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Coyuntura económica y algo más

Meterle dinero a Pemex es como llenar un tanque sin fondo: ruido, humo… y nada de avance.

Macraf

Una y otra vez he dicho en este espacio —y en muchos otros donde he tenido oportunidad de participar— que uno de los grandes boquetes de las finanzas públicas del país es Pemex. Y el motivo es muy claro: no solo se han comenzado a agotar, de forma irreparable, los yacimientos petroleros que alguna vez explotamos a manos llenas, sino que persiste una profunda ineficiencia e ineficacia en la administración y el ejercicio de los recursos dentro de la empresa. Tanto es así que, en los últimos años —y en particular desde el inicio de la transformación de cuarta— la empresa ha presentado números rojos, no solo en su operación, sino incluso en términos patrimoniales. Esto significa que Pemex no solo no genera recursos: prácticamente pierde valor con cada día que pasa.

Derivado de lo anterior —y lo sostengo— la única forma de hacerla rentable es, justamente, vendiéndola a cachos. Lo sé, suena rudo, pero es lo único que tiene sentido económico.

Retomo el tema porque recientemente la Secretaría de Hacienda dio a conocer que buscará “fortalecer la posición financiera” de Pemex, particularmente en términos de liquidez y capacidad de enfrentar obligaciones de corto plazo, mediante la emisión de lo que llaman notas precapitalizadas. En cristiano, se trata de un instrumento financiero, usual en el sector asegurador, que aunque no representa una garantía directa del gobierno federal, sí le proporciona a Pemex recursos líquidos inmediatos para operaciones y compromisos, con el respaldo —claro— del propio gobierno. La magnitud del “apoyo” no es menor: el gobierno emitirá deuda por 12 mil millones de dólares. Porque cuando dicen que ya no se endeudan, lo que en realidad quieren decir es que se endeudan… pero con creatividad.

Según Hacienda, la intención es mejorar la liquidez de la empresa, optimizar el perfil de vencimiento de su deuda, reducir pasivos y costos financieros, y —como no podía faltar— contribuir a la “seguridad energética” y al “desarrollo económico nacional”. Pero, vamos siendo claros: nada de eso funciona cuando lo que haces es echarle dinero bueno al malo. Porque Pemex es eso: un costal roto. El problema no es que no se le dé dinero. El problema es que lo poco —o mucho— que se le da se desperdicia por completo, gracias a la pésima gestión interna.

Ahora bien, es cierto que la petrolera reportó una utilidad neta de 59 mil 516 millones de pesos durante el segundo trimestre de este año. Pero esa ganancia no proviene de una gestión eficiente ni de una operación rentable, sino exclusivamente del efecto cambiario favorable del periodo. Si el tipo de cambio no se hubiera movido a su favor, Pemex habría continuado en números rojos. Porque antes de este trimestre, la empresa acumulaba cuatro ejercicios consecutivos con pérdidas. Y no olvidemos que, en su balance, sigue presentando un saldo patrimonial negativo que, en buen cristiano, si no fuera una empresa estatal, significaría quiebra inminente.

La mayoría de las áreas de negocio de Pemex son deficitarias y pierden dinero todos los días. A eso hay que sumar que cada vez extraemos menos petróleo. Para que quede claro: en el auge petrolero del país, se extraían entre 3 y 3.5 millones de barriles diarios. Hoy apenas alcanzamos los 1.3 millones. Y para que la economía nacional funcione energéticamente, requerimos al menos 1.6 millones de barriles de gasolina. Lo cual significa que cada vez que sube el precio del petróleo en el mundo, en lugar de beneficiarnos… perdemos, porque lo que necesitamos comprar nos cuesta más.

En buen castellano: el gobierno federal intenta, de nueva cuenta, rescatar a Pemex sin tocar ni una sola coma de la estructura interna que lo hace ineficiente. Pretenden curar una enfermedad crónica con una aspirina mal puesta. Y claro, a cada transferencia de recursos, le colocan la consabida arenga de “soberanía nacional”. Pero vale la pena dejar algo claro: sí, Pemex surgió en su momento como símbolo de soberanía, allá por la época de Lázaro Cárdenas. Pero nunca se adaptó para ser realmente productiva. Se quedó como símbolo, sí, pero un símbolo carísimo. Tener una empresa estatal que extrae petróleo no equivale a tener soberanía energética. Prueba de ello: dependemos cada vez más de los mercados internacionales para consumir lo que Pemex ya no produce. Y si sumamos que la refinería de Dos Bocas sigue sin refinar… entonces tenemos un plan perfecto para gastar sin medida y sin ningún beneficio real.

Y pasando —como ya es costumbre— a la parte política: una vez más estamos ante otro episodio de Morena contra Morena. Ahora el problema es que nadie quiere defender al gran hermano del morador de Palenque: Adán Augusto. Incluso ya surgieron voces dentro del movimiento de la 4T exigiendo que el senador se presente a rendir cuentas, y que, si se demuestra su responsabilidad, vaya a prisión. Algo que hace apenas unos meses parecía impensable, dadas las ligas tan estrechas entre el hoy coordinador de los senadores morenistas y el expresidente. Pero ojo: esta fractura interna no es otra cosa que la crónica de una muerte anunciada.

Y ya que andamos por aquí, aprovecho para responderle —de manera indirecta— a ciertos personajes grotescos de la política nacional que se preguntan por qué se critica su ostentación. No se trata de listas de restaurantes, hoteles o boutiques. Basta con un poco de sentido común: en un país donde más del 46 % de la población vive en pobreza, hacer viajes a España, Portugal o Tokio no es normal, es un lujo descarado para una clase política que, supuestamente, está cerca del pueblo, engrandece la austeridad e hizo un dogma las palabras de su mesías macuspano: “¿para qué el lujo, si basta con un par de zapatos y doscientos pesos en la cartera?”

Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.

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