Este martes, el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, bajo control republicano, emitió citaciones para que el expresidente Bill Clinton y la exsecretaria de Estado Hillary Clinton comparezcan en una audiencia sobre la investigación del caso de Jeffrey Epstein. La decisión ha desatado un encendido debate: ¿se trata de una búsqueda legítima de transparencia o de una maniobra de acoso político?
Por un lado, los legisladores republicanos, encabezados por el presidente del comité, James Comer, argumentan que es imprescindible acceder a los archivos completos del Departamento de Justicia para esclarecer posibles omisiones o encubrimientos en la pesquisa original de Epstein, condenado por tráfico sexual de menores y fallecido en 2019 en circunstancias aún controvertidas. Señalan que Bill Clinton viajó en varias ocasiones en el avión privado de Epstein y que Hillary Clinton participó en eventos de la fundación del empresario, por lo que su testimonio podría arrojar luz sobre la networking de las élites estadounidenses.
No obstante, críticos dentro y fuera del Congreso califican estas citaciones como un ejemplo de “cacería de brujas” dirigida a socavar el legado político de los Clinton. Destacan que, hasta la fecha, no existen pruebas de que los exlíderes demócratas denunciaran o encubrieran los abusos de Epstein, y denuncian la inoportuna coincidencia con la campaña presidencial de 2024. Además, señalan que el foco del Comité abarca también a exfiscales generales y exdirectores del FBI, lo que podría dispersar la atención lejos de responsables directos del caso.
En medio de esta polémica, la petición de Ghislaine Maxwell de inmunidad a cambio de testimonio evidencia la complejidad del entramado legal y político. Sea para profundizar la investigación o para tensar la confrontación partidista, la comparecencia de los Clinton promete alimentar un nuevo capítulo en la ya dividida escena política de Estados Unidos.